Cobijo un secreto en mi alma,
un secreto, ay, de mí mismo
que ni yo mismo asimilo
y me azuza hasta las trancas.
Solo tengo a mi favor
que el más engañado soy yo
y que gracias al ardid
gané como una perdiz
tal vez un añito o dos.
Inconfesable maldad supina
la que en un día nos domina,
damos vuelta a la tortilla
y justificamos lo atroz
por haberlo hecho por dios
o por no tener pesadillas.
Quiero construir mi recuerdo
sin vetas o nudos impares
y así todos los mortales
puedan mirarse a mi espejo,
escapar como conejos
o rimar de mí madrigales.
Pero sé que todo es mentira,
que la pose es atrevida,
y que a la vida no le importo
más que el moco de un vil orco
colgándole de la barbilla.
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