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viernes, 31 de enero de 2014

CONTINENCIA VERBAL

En cuanto fue capaz de pronuciar la primera frase inteligible a los veinte meses, no hubo quien lo callase. En cualquier momento y sin apenas herramientas lingüísticas, improvisaba el relato a su familia o a cualquier interlocutor presente de la realidad observada a su alrededor o recordada en la memoria. "María... a Barselonna..., sí, avión... brrrr  (despliegue de brazos en cruz y correteo por la sala para dotar a la narración de intensidad cinética). No miedo... con la pima..." Incluso por teléfono, a esa edad en que los críos solo gustan de toquetear el aparato y visualizar sus contenidos, o bien de escuchar muy callados, como riéndose de los mayores, aquellas voces ñoñas pidiéndole besos a porrillo, él saludaba a sus tíos con tal locuacidad y alusión de detalles, que normalmente los interlocutores remataban aquellas conversaciones pidiéndole hablar con papá o mamá para poder zafarse y hacer otra cosa productiva en la mañana. Comprensiblemente, su juguete favorito era un micrófono con el que iba agarrándose al mundo por descubrir y, por las noches, se quedaba dormido hablando solo después de haber vencido dialécticamente a sus hermanos, al lobo del cuento, o al abuelo y sus batallas...

Así pues, cabía pensar que aquel niño acabaría siendo locutor, subastador de pescado en lonja, chalán de feria, conferenciante, expositor, teleoperador o cualquier otra profesión en la que diese rienda suelta a su desaforada ejercitación oral. Mas, cuando cumplió cinco años y alguien le preguntó qué quería ser de mayor, aquel canijo lengua de trapo contestó sin dudarlo:

—Espía.

—¿Espía? ¿Y por qué espía?

—Porque para decir cosas importantes, tengo que escuchar mucho.




Imagen: 

Portada del disco bla bla bla de Rutina idiosincrásica.

miércoles, 29 de enero de 2014

LENTILLAS, BRACKETS Y ETERNIDAD

Se caló las lentillas chipeadas antes de salir del habitáculo personalizado con olor a lilas y de dar rápidamente el visto bueno a su apariencia de modelo biónica, tal y como correspondía a su último trabajo temporal. Al llegar a la cinta subterránea transportadora, se colocó justo detrás de un guardia urbano con uniforme rojo sobre su exoesqueleto y bastante salido, a juzgar por sus miradas y el empinamiento de su espada oficial. Disimulando la risa, sacó un espejito de mano del brevísimo bolso y se miró los ojos. Mierda, sus iris estaban verdes como los de una gata, tal y como había programado en las lentes de contacto para subrayar una hiperglucemia de más de 200 miligramos por decilitro de sangre. Tendría que añadir una unidad de insulina, así que revolvió un rato en la imposibilidad de aquella mínima cartera de mano hasta hallar el frasquito inhalador. Su amiga Gaia, con brackets y pecas de veinteañera, se sumaba en ese instante a la cinta. Le hizo sitio a su lado mientras inhalaba.

—¿Otra vez se te olvidó ponerte la hormona, cabeza de chorlito?

—Sí, voy a tener que comprar una memoria externa. Esto de ser bicentenaria se paga. ¿Y tú qué tal con tu dentadura nueva?

—Cállate, mona, y déjame ligar con el medio poli ese, con la barba tan cerrada es clavadito a Garibaldi... me meo en las bragas.




Imagen tomada de http://www.ortodonciaestetica.pe/los-brackets-duelen/



martes, 28 de enero de 2014

PEZ SABLE

Pez Sable no comprendía cómo había acabado por convertirse en un horrible congrio negro atrapado por su voluminosa avaricia en la cueva donde se escondió de sus atacantes. Él había cumplido escrupulosamente con las leyes del mar: como pez grande que siempre fue, amigo de sus amigos y esbirro de otros esbirros del Gran Capital, se había comido a cuanto pez chico encontró en su continuo serpentear a media agua o por la superficie rizada de las olas. Sin dudarlo, había destrozado con sus preferentes fauces la precaución de millones y millones de sardinas que un día se creyeron protegidas por la envoltura de su banco en ardora; había troceado con sabiduría las enormes tajadas depredadas —semana, sí, semana, también— en Florida o el Caribe a fin de que fuesen opacas a cualquier control de las autoridades marinas; y, en fin, había colaborado obedientemente muchas veces con aquellos que en el pasado lo ayudaron a auparse como un oso hacia la cresta del árbol. 

Pero fue aquella turba plateada la que un día se le echó encima. Las sardinas más viejas y dañadas por su atávico ataque se revolvieron contra él, los ojos en sangre y las cortantes consignas arrojadas en tromba, consiguiendo lo que ningún juez del mar alcanzaría: meterle miedo en aquel cuerpo de sable afilado. Paralizarlo  de terror por su propia integridad física hasta el punto de no volver a abandonar su oscuro refugio cóncavo. Y así engordaría allí cada día más, condenado hasta que su desbordada ambición muriera constreñida contra las paredes de aquella cárcel.



Imagen modificada de 

http://www.marketingdirecto.com/wp-content/uploads/2011/09/pez.jpg

viernes, 24 de enero de 2014

CADA VEZ MÁS

Sueño que mis ojos amarillean por la sal que lloran.

Menstruo en honor de la primera fémina que chorreó sus muslos.

Habito un lugar hiperpoblado donde solo puedo contar un amigo azul.

Y los bares, cada vez más secos.

Odio a las sirenas porque no pueden escarrancharse.

Relleno formularios que me cuentan quien soy.

Escribo para tomarme el pulso.

Y en los anuncios, cada vez más niños.

Vomito para seguir con mi vida sin problemas.

Bebo queriendo teñir de rojo la apatía de las paredes.

Me calzo en febrero tus botas usadas aunque las llame mías.

Y en la sangre, cada vez más frío.



jueves, 23 de enero de 2014

EL OLOR DE LA PENA

Al atravesar el portal, el policía local pudo detectar débilmente el tufo de la muerte.  Crujían al subir las escaleras que llevaban hasta el tercer piso de aquel edificio vetusto, olvidado de la actualidad, con su primoroso y retorcido pasamanos modernista. Intuía las imágenes que iba a presenciar, tenía millones como aquella ya grabadas en la retina: un viejo cualquiera, sentado en su retrete o colgando bajo la lámpara, al que la vida adelantó sin miramientos ni intermitente, empujándolo a una cuneta negra desierta de familiares o amigos. Nadie lo echaría en falta hasta que la química orgánica se dignase a proclamar su pestilencia. Todas las muertes eran parecidas, salvo en el olor. En esta casa notaba el agente un dulzor desazonado, quizá fruto de algún antiguo desengaño amoroso o vital —pues el amor y la vida huelen similar—, que se mezclaba con vaharadas de eucalipto y muchas profundas aspiraciones pulmonares de tabaco rubio. Pero, fundamentalmente, por encima del efluvio de la descomposición de un cuerpo medicado por los achaques, se palpaba el hedor rancio de la soledad y la pena: el anhelo de una palabra amiga adherido a los cristales de la sala que daban a la calle, el aire salobre de las lágrimas vertidas sobre el pijama bajado, y el sudor seco en el esfuerzo del anciano por correrse por última vez y olvidar que habían pasado cincuenta años desde que ella lo mirara con deseo.

El policía local le subió los pantalones antes de cargarlo en la camilla.




Imagen modificada de http://luisanguillen.blogspot.com.es



miércoles, 22 de enero de 2014

RECREO DE RICOS, RIESGO DE POBRES

—Director, avisan de Inspección Aérea: un velero a la deriva con diez tripulantes a unas cinco millas al Norte de Cabo Vilán. 

—Mierda, ¿es que les regalan el carné de patrón junto con los barcos a estos pijos? De noche y con olas de 4 a 5 metros...

—Y vientos del Oeste con fuerza 7 a 8, señor. Pero, al parecer hay un sobrino de un pez gordo de Madrid que daba una fiesta de despedida de soltero con "sirenas" a bordo y...

—Joder, pues, ya ves, aún estamos remolcando a puerto al buque holandés desgobernado con la gabarra suelta en Valdoviño. Anda, avisa al Don Inda de que en cuanto arriven, vaya derechos a Cabo Vilán a remolcar el velero. Ya mando yo mientras en avanzadilla a la Guardamar Concepción Arenal a recoger a la gente. Son diez, ¿no? Y de fiesta en Cabo Vilán... hay que joderse con los niños de papá y sus putas...

—Señor, la Concepción Arenal está en reparación, pues cuando fue al sur a echar un cabo a pescar pateras a cientos, se le gripó la falda del pistón.

—Joder, pues ya llamo a la Cruz Roja, a ver si los pescadores han tenido algo más de aprecio a sus vidas y no han salido a faenar, con lo que con algo de suerte estarán libres nuestra Bianca o la Taín de Laxe...

—Los marineros, amarrados desde diciembre, habrán salido todos a ver si sacaban algo que llevar a la lonja antes de que entrase el temporal. Me temo que ya tenemos alarmas también en Cedeira y Finisterre. 

—Coño con el mar: sepultura de todos, ricos y pobres. Por gusto o por necesidad. 



Imagen de http://www.salvamentomaritimo.es/sm/multimedia/salvamares/?id=4303

 

martes, 21 de enero de 2014

EN NOMBRE DE LA ESPECIE

En el centro del círculo cerrado, ella no osaba bajar la vista hacia las llamas danzantes que la circundaban. Prefería plantar cara a la esfinge roja llamada Especie que alargaba los tentáculos hacia su cuerpo amoratado, torturado a latigazos e insultos durante quién sabe ya cuántos días. De seguro, más de lo que habría tardado el huevo anidado en su útero en crecer media pulgada. Soy mujer —repetía cualquiera que fuera la pregunta de aquellos macabros ancianos del Comité de Castigo a los No-Proliferantes—, soy pro-abortist, nunca he parido ni he tenido ganas de hacerlo;  defiendo y ejerzo la libertad de decidir sobre el propio cuerpo femenino. Y solo salía de sus labios aquel sonsonete de idénticas palabras que también resonaban escritas con tinta roja en las paredes de las calles, roncas en las emisoras de las radios piratas, obvias y ufanas en los manifiestos leídos en concentraciones espontáneas en los baños públicos... 
Hasta que de sus otros labios verticales salieron los goterones sanguinolentos que anunciaban la muerte de su embrión, el que nunca deseó, el que ellos pretendían salvar, el que jamás sucedería a una especie si todos sus individuos rechazaban perpetuarse en un contexto de totalitarismo. 




lunes, 20 de enero de 2014

EL CUENTO DEL BUEN VÍCTOR

_¿Me cuentas el cuento del buen Víctor?
_¿Quieres que te cuente el cuento del buen Víctor? No tiene mucho que contar. Víctor era un pusilánime al que su mujer no dejaba mear de pie en el baño para que no le salpicase la taza y la baldosa que rodeaba el pie del váter. Así, él se evitaba broncas y ella, retoques de limpieza varias veces al día. Pero Víctor tenía un amigo llamado Luis, con el mismo defecto, pero con otra mujer a la que le daba cosa impedirle mear de pie a su marido en su cuarto de baño. Un mal día, Luis resbaló con la salpicadura de su propia meada y se partió la crisma contra la pileta que tenía detrás. Por su parte, Víctor y su esposa tuvieron una hija, que a su vez les dio muchos nietos y otras alegrías y disgustos. Los años fueron así pasando mansamente hasta que la mujer de Víctor enfermó y se murió. La noche del entierro, Víctor se levantó, volvió al cementerio, se puso ante la tumba de la que había sido durante más de sesenta años su esposa y se meó, de pie, bien a gusto sobre ésta, sin importarle salpicarse los zapatos y las perneras del pantalón. Muy cerca, estaba la lápida de su amigo Luis, muerto hacía ya muchos años, pero con rosas frescas que su amante esposa le traía puntualmente cada semana.

jueves, 16 de enero de 2014

LEÓN Y TOLSTOI

León, recostado en el último asiento del postrero vagón del metro, miraba pasar muy rápido ante la ventanilla los enormes rascacielos del centro, ya en el tramo final de vía descubierta antes de llegar a la estación central. Comenzaba a oler, incluso a través del frío y las compuertas herméticamente cerradas, el magnético  aroma de los millones de blinis tostándose vuelta y vuelta sobre goterones de mantequilla fundida a aquella hora de la mañana en las sartenes y planchas de medio Moscú. Desgraciadamente, había pocas cafeterías donde los sirviesen, y menos posibilidades aún de hacerse con uno de aquellos suculentos desayunos robándoselo a alguno de sus confiados dueños. Pero tenía que intentarlo, pensó mientras se rascaba las orejas y gruñía por lo bajo a un crío que lo miraba desde el asiento de enfrente con insistencia y que no era quien lo había bautizado León.

Identificó el barullo atronador de la multitud en la enorme estación al abrirse las puertas y supo que había llegado a su destino. Sus tripas vacías y su agilidad lo hicieron salir el primero. Subió en las cómodas escaleras mecánicas junto a las almas miserables de los trabajadores y jefecillos intermedios, y pasó tranquilamente como siempre bajo el rodillo para salir a la zona comercial. 

Junto al cajero vio un maletín flanqueado por un par de botas de agudos tacones. Su instinto no le engañaba. La hembra sostenía un blini de carne aún intacto en su mano derecha mientras con la otra libre operaba en el teclado. Se abalanzó hacia ella de un salto y la tiró al suelo haciendo rodar también el manjar por la baldosa. Ya salía corriendo hacia la puerta con aquel entre los dientes cuando el hombre de la porra se plantó ante él y descargó el arma sobre su cabeza con todas sus fuerzas. Oyó al chico gritar:

—¡León! ¡León!, no, no le pegue, es mi perro.

—No mientas, chico. Este es un perro vagabundo y no puedo dejar que robe su comida a las personas en la estación —aseveró el vigilante.

—Yo le pagaré a la señora su blini, pero déjelo, por favor. Es un perro tan inteligente como un hombre, viene solo en el metro, pero está hambriento.

—Y tan ladrón como nosotros, ya veo. Llévatelo de aquí. 

Y los dos vagabundos, el chiquillo al que llamaban Tolstoi y el can que él había apodado León, se marcharon juntos al frío de la calle. 



Imagen de http://www.medioambiente.org/2013/04/los-inteligentes-perros-callejeros-de.html

miércoles, 15 de enero de 2014

PROSTITUCIÓN COOPERATIVA

La vieja puta miró hacia arriba. Vio los ojos temerosos y a la vez picantes del veinteañero jaleado por sus colegas en la cena de despedida de soltero, y se rio con todas las ganas reprimidas durante treinta años de profesión. Se carcajeó de los mierdas que, de uno en uno o en grupos, como aquellos niñatos, pretendieron usarla para, acto seguido, dejarla después olvidada en su estante como si fuese la cinta de video de una peli porno de los setenta: con el coño peludo, caliente, siempre rebobinable... pero cada vez menos risueña, menos líquida ... Se partía de risa la meretriz ahora metida a autónoma, aunque apenas le quedasen cinco años para jubilarse, porque ya estaba imaginando la cara de aquellos estúpidos cuando les dijese en tres minutos, justo al borde del clímax generalizado, que se iba ya, ahorita mismo, huevones, que se cogía una baja, una puta incapacidad laboral transitoria porque le daba la real gana, le salía del chichi y hasta tenía derecho a que le pagaran los días de reposo, hostia.

Nunca era tarde si la picha era buena, decían en su gremio. 

martes, 14 de enero de 2014

LA MANO QUE DA DE COMER

La funcionaria echaba chispas echando cuentas de cómo iba a suplir la falta de las pagas recortadas por el gobierno en este nuevo enero de mierda. Las niñas no podían seguir un día más —ahora que venían las lluvias de invierno en tromba— con las botas del año pasado, de gastaditas y algo agujereadas que estaban, las pobres, por culpa de esos amortiguadores sintéticos de los parques infantiles, que por el culo se los quería meter ella a los amigos proveedores del alcalde... a ver si les rascaba bien rascado el ojete a esos chupatintas. ¡Ay, el día que una tirara de la manta... caía hasta el Cristo colgado en el despacho! Pero, déjate que a Jose le pagaran de una puta vez los quince meses en el bufete del cuñado del secretario municipal, déjate... que, entonces se largaban a la capital donde tenía un contacto,  y ya iba a ir ella soltando, fotocopia por fotocopia a los de la prensa, todos y cada uno de los miles de contratos de urgencia de la concejalía de urbanismo... y las cenas en el Casino de los peces gordos, y todos los puteríos a cuenta de los fondos europeos para empleo de los administrados..., pobres ellos, sus vecinos, con la mayor tasa de paro del país... El día que ella se cabreara de verdad, el día que sus jefes le llenaran de verdad las narices, el día que se levantara revolucionaria... se llevaba a don Anselmo y a toda su comidilla por delante. Por estas. Aunque él en persona le hubiera dado un empujoncito para aprobar su oposición. Aunque mordiera la mano que le dio de comer. Espérate tú.


lunes, 13 de enero de 2014

PUNTO DE APOYO

Le caían goterones de grasa sobre la piel, sobre la pena de su futuro, sobre las páginas de unos libros terminados y unas experiencias caducadas que jamás volvería a leer y que tampoco recordaría nunca. Todas sus pertenencias intelectuales se iban obturando de isquemias visibles, pegajosas de polvo y sudor, que temía fregotear con vapor por no evitar su desaparición, pero que tampoco le servirían en aquel estado para sacarlo de la ataraxia acaecida un mal día y denominada desde entonces paro de larga duración. Ni mintiendo en el INEM o falsificando el carné de puntos de desidentidad conseguiría reunir la juventud suficiente para saltar un milímetro más alto que los millones de cabezas igualmente grasientas que veía rodearlo hasta donde el horizonte se perdía en borrachera y depresión. Mejor, que rodaran todas ante la guadaña reluciente de un nuevo agricultor libre y verde de prejuicios viejos. Mejor, que los que marcharon olvidasen para siempre lo que un día fue la morriña. Mejor, que siguiera lloviendo sobre los chorretones grasientos de la campana estractora y que dijésemos al unísono que se están formando estalactitas amarillas a la luz del sol. Mejor, no mover un dedo que tratar de encontrar a ciegas el punto de apoyo que mueve el mundo.




viernes, 10 de enero de 2014

RODRÍGUEZ Y EL SUR

Rodríguez empezó y acabará su vida en el mismo lugar: Detroit. Y también del mismo modo: con la sencillez clarividente que da la poesía de la mano de la pobreza a las letras de las canciones. Creyó durante treinta años que estaba muerto y olvidado para la música porque el Norte no supo leer el eco del viento en sus notas y la magia se congeló casi para siempre en el gran lago de los patinadores. Entonces quitó las cuerdas de la guitarra con la que quiso atrapar injusticias y con ellas anudó su caja de Pandora. El poeta fue, pues, un hombre más, un obrero en la ciudad de obreros; un aspirante a cambiar el mundo con herramientas de albañil o alcalde, prosaicas; solo un figurante en las historias cantadas o contadas por otros...

Hasta que el Sur de un continente diferente lo encontró y quiso contarle cuántas veces él había sonado fuerte en las pequeñas victorias contra el apartheid que eran los tocadiscos y las mentes de millones de sudafricanos en huelga, en protesta contra la discriminación. A finales de los noventa ellos pudieron cantarle a Sugar Man sus propias canciones porque eran los himnos de gran parte de sus vidas y ellas los había modelado como hombres libres. Cuando apareció ante el ingente público que jamás soñó teñer, el músico Rodríguez les dijo: "Gracias por mantenerme vivo". Después el ídolo volvería a su casa a seguir siendo solamente un hombre.





miércoles, 8 de enero de 2014

LA NIÑA QUE SE DEFENDÍA PREGUNTANDO

La cría de cinco años miraba tranquilamente el televisor y hacía preguntas:

—¿Qué son anuncios?

—Pues, lo que hay en medio de las películas, lo que las interrumpe, digamos —le respondía su madre.

—Pero, yo no sé cuándo son películas o cuando son anuncios.

—Tienes razón, hija, aún es difícil para ti. Verás, cuando la película te está contando una historia, un cuento, viene el anuncio, que es otra historia o simplemente un par de frases o música, y la corta. También se llama publicidad. Después continúa el cuento.

—Ya lo entiendo. ¿Y para qué paran las historias? Es fastidioso.

—Sí, mucho, pero lo hacen para vender cosas: colonias, coches, moda... justo cuando más atentos estamos.

—¿Y por qué no avisan de que ahora va a venir un anuncio? Poniendo, por ejemplo, ¿una cinta amarilla o así?

—¿Sabes que nunca lo había pensado, bonita? Tienes toda la razón: en la prensa escrita debe diferenciarse obligatoriamente información de publicidad, pero en televisión no se hace casi nunca. Es el medio más invasivo. Y el cerebro de los niños aún no sabe distinguir las intenciones de quien cuenta una historia. A partir de hoy, veré la tele siempre contigo y te avisaré de en qué momento entran los anuncios. Pronto aprenderás, con lo lista que eres, y luego tu sola sabrás cuándo te quieren vender algo o cuando solo quieren enseñarte cosas nuevas. También en la vida.

—Vale, ahora ya vuelve Pepa Pig, mira. Ella sí me gusta y no me engaña, ¿verdad?

—Bueno, ya iremos viendo y hablando de las muchas formas de engatusar a pequeños y mayores. 



martes, 7 de enero de 2014

DESOBEDIENCIA ÉPICA

Caperucita Roja salió de casa para ir a ver a su abuelita. No se entretuvo en el camino, tal y como le habían aconsejado su madre y los gobernantes, sino que se fue derecha por el bosque, con su cesto y su abrigo encarnado, evitando al lobo feroz del caos que acechaba a las niñas desobedientes. Cierto que Caperucita llegó sana y salva a su destino. Cierto que ella y su abuela hablaron de pasteles y de herencias, de vecinos maledicentes y de lo que la nieta quería ser de mayor, como hacían el resto de las familias anestesiadas ante la televisión. Cierto que el depredador voraz revolucionario murió de inanición sin haber podido catar las carnes de ambas, ni de nadie de los alrededores. Mas todos los que leyeron el cuento echaron de menos la gallardía de un cazador justiciero; la sangrienta asechanza de la bestia hacia la bella; el gusto por el travestismo de muchos seres animados; y la dialéctica hegeliana entre el lobo-abuela camuflado de Estado y la niña rebelde de preguntas capciosas. Con la desobediencia siempre han nacido las mejores historias.




Ilustración de Gabriel Cortina, tomada de http://www.ediciona.com/caperucita_roja-dirpi-40386.htm

viernes, 3 de enero de 2014

MATAR A LA MINISTRA

La ministra no lo dejaba ni respirar tranquilo. Se imponía a sus propias necesidades y convicciones de un modo omnipotente, autoritario y displicente, anulando su autoestima, su capacidad, sus esfuerzos incluso por complacerla. ¡Probo y, al tiempo, pobre funcionario y miserable inspector, apresado en mil caprichos femeninos emanados desde arriba sin más libre albedrío que el derecho a pataleta tras la instintiva sumisión! Cuánto daría por ser él quien la agarrase por aquel pelo de rata mojada, quien le mordiese la sonrisa vertical de santurrona y quien la hiciese aullar tantas veces como la loba que era... Y así se adormecía cada noche el subordinado, con vanas ensoñaciones hueras y otros propósitos de enmienda.

Pero la ministra, en una holganza de las suyas que exigió —como era habitual— presteza a su servidor, halló renuencia; y ante su propia ira desenfrenada encontró el férreo control ajeno. Y cuando la rabia la embargó y su espuma blanca borboteó clamando atención o incluso piedad, el siervo supo que su hora de vencerla era llegada. Así que enarboló el cetro que había conseguido por fin dominar, y atravesó de parte a parte a la ministra subyugada, marcando perezoso el ritmo hasta hacerla morir tantas veces como quiso. Y ella quedó, al cabo, muerta y muy satisfecha de su señor.

jueves, 2 de enero de 2014

LA ILUSIÓN PERDIDA

Tenían todo tan bien montado... que no era de extrañar que muchos niños estuviésemos hasta los nueve años inocentes como calandrias, y que una vez crecidos fuésemos pasto de tiburones bancarios. Hasta en el Telediario salía aquella rubia sonriente que con la misma expresión de yoestoyalmargendelbienydelmal anunciaba la imparable subida de la bolsa, la rebaja en picado de los tipos de interés o la puntual salida a las cinco de la tarde de absolutamente todas las Cabalgatas de Reyes del país y parte del extranjero... Por lo tanto, era verdad. Yo misma, sabiendo ya escribir con mayúsculas y minúsculas, mandé mi carta online, y las de mis hermanas, a una web de dibujitos de camellos, hombres de barbas y pajes, de grandes letras en purpurina que rezaban  "pide aquí tus deseos" y que en nada se diferenciaba de las ofertas en línea de aquella financiera a la que también se apuntó papá para que nos regalaran la tele lcd o para comprar nuestra casa. Aquellas webs, sin duda, eran el summum de la evidencia palpable de que los Reyes y la sinceridad en los negocios de crédito existían en algún punto de la inmensidad de la red, o de que por lo menos unos y otra pertenecían a un determinado tipo de realidad similar. Si hasta te daban un resguardo que podías imprimir y un número de identificación de peticionario...

Mas cuando el hijo del vecino de arriba se rio de mi en plena calle y me espetó que lo de los Reyes era una patraña y que el dinero de la Barbie salía del trabajo de mis padres, lo empujé al suelo, le arranqué las hélices a su microhelicóptero teledirigido y subí llorando por la escalera hasta casa. No lloraba por la rabia de haber sido una tonta, sino porque a lo mejor mi padre, ahora en paro, también había sido un iluso. Cuando me abrió la puerta, sus ojos llorosos me confirmaron que sí.