Cuando escuchó la robótica voz de la señorita al cabo del hilo telefónico supo que sí, que Dios existía, y que esta vez se había dignado a escuchar sus plegarias lastimeras. Y si no existía, que le dieran por culo, porque hoy el sol había pasado por delante de su puerta y lo estaba alumbrando con toda su LED potencia calorífica: a él, a su familia, a sus enraizadas deudas y hasta a su puta calavera negra.
Se habían acabado ya las noches pardas de autolamentaciones y la lista de copas sisadas en la libreta del bar de abajo; o las tremendas broncas con la churri de sus amores, a la que ya se le estaba empezando a agriar el carácter... Sí, la pediría en matrimonio, por fin. No se lo iba a creer. Los chicos, de niños de arras con unos bonitos vestidos; y su madre, de madrina enfloretada, con la ilusión que le hacía, joder, y la brasa que le daba siempre rayándole la cabeza con la boda, por lo menos civil, y el qué dirán los vecinos cuando ven a los niños tan grandes y sin reconocer aún...
Una frase de la retahila robótica cortó de cuajo su ensoñación:
—Perdón, ¿cuánto ha dicho que ganaría?
—........
—Ya... 500 euros brutos, contrato a tiempo parcial, horario partido de 11 a 13 y de 17 a 19, ya... para reforzar horas punta...
—........
—Nada, nada, es que casi me alegro y todo...
Imagen http://larebeldequenofui.blogspot.com.es/2013/10/mini-jobs-full-time-for-everyone.html
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