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viernes, 5 de julio de 2013

EL MAYOR ESPECTÁCULO DEL MUNDO

El circo venía a la ciudad este fin de semana, pero, francamente, a la ciudad le daba por culo. Aquellas mujeres que hoy eran madres, o tías, o madrinas de algún crío, y que en su infancia habían acudido ilusionadas de la mano de un familiar esperando ver los fieros leones, las etéreas funambulistas y los chistosos payasos, se habían topado con desnutridos y sucios elefantes, una fémina multifuncional con lentejuelas ajadas, y lánguidos e inexpresivos clows que en lugar de carcajadas provocaban lástima. Especialmente doloroso era ver aquellos animales, encerrados en jaulas todos los días de su vida y llevados a rastras por las villas para ser mostrados al público; un espectáculo nada grandioso que había perdido justificación en la sociedad en la que la televisión te traía al salón las entrañas del océano y sus tiburones vivamente sanguinarios, por ejemplo.
 Por ello fue todo un acontecimiento inesperado en la ciudad cuando Pipo se escapó ese fin de semana de su jaula de hipopótamo grávido y torpe, y salió a la calle de rondón a darse un paseo por las brañas y comerse unas hierbas, aunque fuesen urbanas, en libertad recién conquistada. Por ello, todos los periódicos se hicieron eco de la noticia y todos los ciudadanos de la comarca narran desde entonces el hecho como si cada uno de ellos hubiera visto con sus olvidados ojos de niño, en directo y en primera fila, la fuga de Pipo, el mayor espectáculo del mundo: la libertad.

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