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lunes, 18 de agosto de 2014

ÁGATA LA GATA

La Gatita Ágata se fue a pasar un fin de semana con su tía la Pantera Roja, que casualmente cumplía cincuenta años en esas mismas fechas y quería celebrarlo en familia. Como la tía vivía en la Costa Dulce, Ágata no olvidó llevarse su tabla de surf decorada con topos blancos para bajar a la cala, sentarse en ella y flotar tranquilamente sin mojarse mientras cazaba robalizas a zarpazos o al curricán. También componían su felino equipaje infantil el hermoso vestido de plata Ardora bordado que se ponía en las ocasiones festivas, el Chupi-Libro de Poemas de Gloria Fuertes y su perrito de trapo llamado Betanzos, fiel compañero de cesta desde que tenía memoria. Como su tía estaba casada con el Brujo de Noútigos, un mago de renombre mundial bastante travieso y un poco malhumorado, ambas le rogaron que los hechizara y se convirtieran todos en seres humanos durante la noche de las Perseidas, para poder bailar agarrado en la verbena de San Lorenzo. Aunque el extraordinario meigo se hizo de rogar toda la mañana, al final, Ágata y Red Panter lo engatusaron con ronroneos de cariño y consiguieron participar en el concurso de danza popular llevando el primer premio. También fue entonces cuando la niña-gatita se quedó prendada —y viceversa— del joven gaiteiro Kevin, al que oyó tocar una muiñeira solitaria y radical para honrar a los vencedores en lo alto del palco. Mas como se trataba de un amor imposible entre humano y gata, una vez roto el hechizo nocturno y noútigo, tuvieron que despedirse con un roce de rariz-hocico en el que, por cierto, Ágata sintió muchas cosquillas en los invisibles bigotes. El músico, por su parte, se sorprendió lo indecible la mañana siguiente, cuando descubrió en el fol rojo de su gaita de paño, pintada como por arte de magia, la suave efigie de una zarpa blanca de gato, como una caricia inocente.  

Y Gloria Fuertes riéndose fuerte desde el cielo con su vozarrón de poeta mesonera.



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