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martes, 27 de mayo de 2014

CREADOR CREADO

El pulpito lila fue el primero en sentir estallar el fogonazo de la libertad entre sus neuronas tentaculosas. Simplemente se aupó sobre la cabeza de su hermano anaranjado, empujó con fuerza la tapa gris de los sesos del creador que los había parido a ambos —y a toda la larga retahila que seguiría después—, y respiró el aire cargado de la sala de reflexión hasta casi envenenarse. 

—¿Qué pretendías? —gritó tosiendo y arrojando sus primeras palabras, cargadas de ira, contra su padre— ¿Dejarnos morir olvidados ahí dentro?

—Yo... no sé muy bien qué hacer con vosotros... por eso no os sacaba. Os ideé, pero luego... —se disculpó el creador, alegre, sin embargo por poder ver, escuchar y tocar a sus pequeñas criaturas de colores hechas realidad por vez primera.

El pulpito lila echó un vistazo rápido alrededor; el apartamento solo contaba con la única habitación en la que estaban. Vio la nevera abierta y llena de papeles almacenados, la cama sin sábanas arropada por cientos de periódicos amarillentos, los ceniceros desbordados y el sofá salpicado de quemaduras de cigarrillo. Eso sí, la tableta y el móvil perfectamente pulidos por el frecuente toqueteo se alineaban enchufados frente a él sobre la mesa plagada de millones de migas de galletas. 

—Esperas una llamada —afirmó el octopus más que preguntó—... De un contratador, ¿tal vez?

—Necesito dinero para organizar mi vida... —lloró casi disculpándose el creador ante los ojillos saltones de todos sus bichitos reunidos, que lo miraban atentos sin parpadear— No sé ocuparme de vosotros.

—Bien, pues empieza por darnos nombre y sentido —dijo sensatamente el erizo de mar.

—Nombre ya tenéis: sois lanuxos.

—Entonces, ya tenemos destino. Y creo que tú tambien. 


















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