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jueves, 8 de mayo de 2014

AVITUALLAMIENTO ABSURDO

Creo estar en un teatro viendo con mis padres una representación ficticia muy llamativa y hermosa, con mujeres sonrientes, guapas como cada vez lo son más las presentadoras de los telediarios públicos, especialmente los fines de semana en que disponemos de más tiempo libre para pensar, pero no lo hacemos. A pesar de aquella apariencia general de alegría, la bella protagonista nos previene a todos los espectadores —me acabo de dar cuenta de que hay más público que nosotros en otros palcos parapetados como cajones-celda o boxes de caballos con ronzal,  únicamente abiertos hacia el frente— de que aquella obra dramática va de terror, por lo que se encienden y apagan unas divertidas y excitantes luces de neón de distintos y sensuales colores que nos lo advierten: Ojo con el miedo, Pavor, Estas imágenes podrían herir sensibilidades, etc. "Qué extraño es todo esto", pienso, máxime mientras veo salir en la escena, destacados sobre fondo negro, cabezas cortadas desternillándose, brazos, piernas sueltas, manos saludando con efusividad... Al parecer, los espectadores debemos participar saliendo al ruedo de aquella bizarra tragicomedia, así que resulto elegida, seguramente ante la vejez de mis padres, y acto seguido me veo fuera de mi palco —por lo cual ya puedo divisar con perspectiva otros tipos de asiento en este teatro del mundo, más abiertos de miras, más expuestos a los avatares de la obra, sí, pero curiosamente todos ellos vacíos—. Unida a aquel mi balcón solo por un cordoncillo negro elástico e irrompible, avanzo hasta situarme a los pies del escenario, esperando que algún peligro me aceche sin remedio. Mas lo que nos tiran, a mí y a otros miembros del público, los caballeros oscuros que salen a escena son sorprendentes caramelos, lo cual nos convierte a todos los del foso en acérrimos competidores. Me doy cuenta porque al cederme uno de aquellos amables señores de negro una bolsa llena de chuches, mis congéneres me gritan "qué morro tienes" y cosas parecidas. Yo me limito a coger todo el sustento que puedo y llevármelo al balcón donde permanecen mis padres, preocupados por una justa tan descabellada como necesaria a juicio del director de escena. En estas, mi viejo equivoca la situación y cuando voy a dejar más provisiones acumuladas en el palco, me entrega un lote y por inercia lo saco de nuestra morada. "Error", pienso, mas luego recapacito y lo comprendo: mi padre teme por mi salud y quiere que reponga energía aunque no avitualle tanto para un futuro que no existirá. 

Despierto y también entiendo que acabo de soñar con lo absurdo del sistema nacional de empleo y el fin del seguro social. 


Imagen:http://intercambia.net/temas/wp-content/uploads/2009/05/pensions1.jpg 

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