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lunes, 28 de abril de 2014

RUBIA CENIZA

Mientras se acercaba a la barra sabiendo lo que le iban a contestar del otro lado del mostrador, siempre se arrepentía por no beber cerveza de botella, mas nunca desistía de ver roto su maleficio y poder tomarse ipso facto una caña bien tirada.

—¿Podría esperar un segundo, por favor? Tengo que cambiar el barril, es que se nos ha acabado... —le repitieron su sino una vez más, como tantas otras. 

Mierda, sus colegas de curro ya pasaban de acompañarlo en el descanso, pues el cambio de recipiente podía durar de tres a cinco minutos de su valiosa pausa, según la destreza del camarero. Y no estaban dispuestos a perder tiempo productivo de bebida junto a un cenizo, ni tampoco a malograr sus paladares con la primera caña del bidón, que era tan incompleta como las primeras rajas de una  barra de embutido, menos satisfactorias, vaya. No lo decían en alto, claro, pero lo evitaban patéticamente cuando se acercaban las doce del mediodía y su cuadrilla hacía la parada en el tren de montaje. Uno a uno iban desapareciendo  misteriosamente y, o bien lo dejaban marchar primero a él hacia el Comba, el bar de la esquina, o bien se le adelantaban, consiguiendo todos sus cañas y claras sin dilaciones, fuera cual fuera la opción.  Lo peor eran sus risitas veladas cuando se cumplía su maldición todas las mañanas y salía a la puerta a fumar y a esperar la maniobra de sustitución. Había probado hasta a cambiar de turno e ir a trabajar por las tardes, pero era inevitable su mala suerte: también en el descanso de las siete le sucedía lo mismo. Y en sus días libres, y con la familia de paseo, hasta en el propio bar de la fábrica de cervezas, el Sancta Sanctorum de Cuatro Caminos, le había sucedido, incluso con los enormes pipotes de una tonelada que indefectiblemente se acababan cuando él pisaba el felpudo de la entrada... 

Era un gafe birrero y finalmente lo asumió: se pasó a la botella, recuperó a sus colegas y hasta hizo sus pinitos como maestro cervecero artesanal. A su engendro líquido lo llamó, lógicamente, "Rubia Ceniza". 



Imagen: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Beer_in_berlin.jpg

4 comentarios:

  1. Sigo prefiriendo la cerveza de presión (caña) por que con una se calienta el espíritu y se enfría el corazón, sin embargo con la cerveza de botella, el espíritu se calienta mas lentamente al igual que se enfría el corazón, me gusta más cuando tarda menos la tapa que la caña, saludos amiga

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  2. Uno, —que soy yo— actúa, de forma analítica, usando la experiencia con los bares frecuentados —simplemente como puro dato empírico— algo que me permite disfrutar de la inigualable cerveza a presión en los bares que, conociédome, me dicen: —hoy te puedo servir la mejor cerveza a presión, dejaré sólo el dedo de espuma que a ti te gusta. O, por el contrario, directamente me dicen: —Llegas en el momento preciso para tomarte una Heineken helada de botella. Sin duda, como a todo el mundo, me ha costado muchas decepciones, antes de llegar a la perfección de poder tomarme —como me tomo— esa cerveza para deglutirla con apasionamiento. Saludos!

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