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lunes, 24 de marzo de 2014

RELEVO NEGRO

—Ponme más vino, por favor —rogó la anfitriona a su marido mientras reía a carcajadas tras al último comentario de su compañero de mesa. 

—A ver, ya que nos hemos adentrado en el "momento sobremesa", ¿quién tiene otra historia rara, friki o picante para aderezar el café? —retó una de las comensales.

—La señora de la cruz de piedra, sin ir más lejos... —dijo Sonia a sus invitados.

—¿Y eso? —inquirieron algunos, incluido su esposo.

—Pues... —Bebió un trago largo para retener un instante la gloria de la atención—  Cada vez que vamos a visitar a los padres de Manolo, al pasar por la aldea de Augasantas, allí justo al pie del desfiladero, si hace un día soleado y no muy frío, nos encontramos siempre la misma escena —Tomó un pitillo, lo puso en los labios y prendiéndole fuego, aspiró el humo hasta los alvéolos para arrojarlo después diseminado entre todo el auditorio—. Pues... al pasar la curva de la iglesia, todos los días que hace sol, una vieja de riguroso luto aparece sentada en la cruz de piedra que está al borde de la carretera, mirando pasar la vida a través de unas gafapastas de sol negras. 

—¿Sola? —preguntó una, a lo que la anfitriona asintió.

—Qué yuyu... —comentó otro.

—¿Verdad, Manolo? —demandó Sonia a su marido sorprendido.

—Yo, os juro por mis muertos, que jamás he llegado a verla, porque esta siempre se refiere a ella cuando ya hemos pasado. Sinceramente —a Sonia—, pienso que te  pasas fumando mientras yo conduzco. Más bien la llamaría, ja, ja, ja... "la vieja de los trócalos". 

Hubo en la mesa tal carcajada general —recordaba Manolo—, que él casi se asfixia al írsele el aire "por el otro lado". Mas la alegría de ese día se truncó en desazón cuando Sonia murió una semana después al volante de su coche, en una cerrada curva de Augasantas, —según indicaron los guardias de tráfico—, mientras hablaba por teléfono y conducía. Manolo, no obstante, al revisar la cámara de fotos, supo lo que en realidad había sucedido: en la última instantánea, delante de la cruz de piedra al borde de la carrerera, Sonia recibía de manos de una vieja enlutada unas gafas de pasta negras que, al sacarlas, dejaban a la vista las oscuras cuencas de sus ojos vacías. 



Imagen: http://www.ramiras.es/cruceiros/Cruceiro%20O%20Mosteiro.jpg

3 comentarios:

  1. Lúgubre, remanido, y tramposo recurrir al foro de un artículo de filosofía del Pais para atraer lectores a tu blog. Patético

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    1. Agradezco tu comentario. La vida y la muerte son la base de la Filosofía

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