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viernes, 7 de marzo de 2014

OBSCENIDAD LABORAL

El señor Ramos Huertos gastaba corbata azul telediario y chaleco antiemociones. Cuando el señor Ramos Huertos entraba cada mañana a trabajar anhelaba sentir clavadas en su cogote las miradas horrorizadas del ganado, el que esperaba su cadalso o su liberación, merced a las pruebas que él les propondría. Dinámicas de  grupo llamaban a aquellos malévolos juegos de niños con premio de esclavo en un mundo miserable de escasez. Se decía a sí mismo cada día que ya lo había visto todo, que era técnicamente imposible que la realidad superase la barbaridad de la jornada anterior; pero siempre se equivocaba, siempre. Sus ojos ladinos habían registrado atónitos la violenta energía generada hacia sus competidores por una  joven madre, leona acuciada por las deudas y oliendo a su propia leche agria. También, la temeridad de aquellos cincuentones que se lanzaban limpiamente a la piscina olímpica sin saber nadar para intentar ganar una plaza fija en la empresa municipal de aguas. Después había que sacarlos con grúas como a fardos desplomados, húmedos de humillación. Lo decía la Biblia: "Ganarás el pan con el sudor de tu frente", pero lo que ignoraban los candidatos era que el pan ya no bastaba para todos porque algunos habían ganado mucho del suyo con el sudor del de enfrente. Por eso, desde arriba habían decicido contratar al señor Ramos Huertos: para que este, con sus obscenos procesos de selección laboral, hiciese desistir a la enorme población parada y vieja de encontrar un trabajo en aquel país. 







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