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jueves, 20 de febrero de 2014

UN NACIONAL EN EUROPA

Vivió rápido y murió contento, como solo saben morirse quienes no aspiran a más actividades que las estrictamente necesarias en este valle de lágrimas, a saber: polintoxicarse, follar y comer eternamente de tapas. Llevó un horario que los europeos de pro calificarían de modélico de haber echado un vistado a sus biorritmos, puesto que a las seis y media de la mañana estaba en pie —eso sí, habría que matizar com discreción que "todavía"—, en tanto que a las ocho de la tarde el bala perdida —aún— dormía picha arriba como un bendito. No hubo en su barrio quien no lo hubiese visto más de tres y cuatro veces arrastrarse por la acera para alcanzar el portal de su casa, fuera domingo, sábado o martes; o quien no lo hubiera seguido de juerga hasta morir, náufragos ambos, en la fuente de la plaza o tumbados en las chalanas del puerto. Resucitaba, casi siempre, para irse de putas gratis o a cambio de unas cancioncillas tristes rasgueadas a la guitarra que les tocaba a las lumis de regla poniendo ojos llorosos, el cabrón. No trabajó un solo día de su vida, pero le dieron una paga por enfermo y fichaba puntualmente en el bar. No recuerdo su nombre, pero cualquiera conoce a alguien así, que además nos representa ante Europa. Y no en Eurovisión precisamente. 








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