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martes, 28 de enero de 2014

PEZ SABLE

Pez Sable no comprendía cómo había acabado por convertirse en un horrible congrio negro atrapado por su voluminosa avaricia en la cueva donde se escondió de sus atacantes. Él había cumplido escrupulosamente con las leyes del mar: como pez grande que siempre fue, amigo de sus amigos y esbirro de otros esbirros del Gran Capital, se había comido a cuanto pez chico encontró en su continuo serpentear a media agua o por la superficie rizada de las olas. Sin dudarlo, había destrozado con sus preferentes fauces la precaución de millones y millones de sardinas que un día se creyeron protegidas por la envoltura de su banco en ardora; había troceado con sabiduría las enormes tajadas depredadas —semana, sí, semana, también— en Florida o el Caribe a fin de que fuesen opacas a cualquier control de las autoridades marinas; y, en fin, había colaborado obedientemente muchas veces con aquellos que en el pasado lo ayudaron a auparse como un oso hacia la cresta del árbol. 

Pero fue aquella turba plateada la que un día se le echó encima. Las sardinas más viejas y dañadas por su atávico ataque se revolvieron contra él, los ojos en sangre y las cortantes consignas arrojadas en tromba, consiguiendo lo que ningún juez del mar alcanzaría: meterle miedo en aquel cuerpo de sable afilado. Paralizarlo  de terror por su propia integridad física hasta el punto de no volver a abandonar su oscuro refugio cóncavo. Y así engordaría allí cada día más, condenado hasta que su desbordada ambición muriera constreñida contra las paredes de aquella cárcel.



Imagen modificada de 

http://www.marketingdirecto.com/wp-content/uploads/2011/09/pez.jpg

3 comentarios:

  1. Muy buena metáfora de la avaricia y el poder de enriquecimiento humano. Las fauces del mar

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  2. Me uno al comentario anterior. Muy bueno. La ilustración ha quedado tambien muy chula.

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