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lunes, 9 de diciembre de 2013

SU PARÍS CUTRE LUX

Recordaban con calidez y carcajadas el placer de comer fast food a saco durante los cinco días de su viaje a la Ciudad de la Luz. Primero, porque no les importaban los bistrot irremediablemente caros y mucho menos los chic restaurants; segundo, porque estando juntos se habían saltado también aquella mini rutina con un picnic frío comprado en el supermarché y saboreado en alguno de los infinitos puentes sobre el Sena, mientras se desternillaban de risa de los pringados que habían pagado no sé cuántos euros por viajar ateridos en los bateau-mouche, más morados que María Antonieta bajo la guillotina. Simplemente felices por pisar París en promenade, alababan cualquier croissant que les pusiesen a la vista, en especial si este era servido en pleno barrio árabe por el amable capo del Café Royal, que levantaba a sus parroquianos de la mejor mesa del local para ofrecérsela, junto a sendos zumos de naranja de regalo y una cuantas miradas lánguidas a la más rubia del grupo.

¡Ah, París! ¡Qué cité de anécdotas si la crisis te obliga a colarte en el metro, cuando ya peinas canas, más de seis veces al día, tal cual hace el sesenta por ciento de la población, inmigrante en su mayor parte! ¡Qué vórtice de comunicación ir recorriendo el mercadillo de frutas y verduras en tanto preguntas y respondes a unos y a otros en un babélico universal que te susurra y piropea con naranjas sanguinas, peras dulces, fresas salvajes...! París, ¡qué capital de sorpresa cuando te percatas de que es incluso más barata que tu recuncho de origen por  unas cervezas con actuación de jazz en directo incluida; y tan en familia como en tu barrio, pues el garito acoge mesas de cuatro personas por metro cuadrado, lo que te obliga a compartir secretos con todo el público! ¡Qué sensación de elitismo acudir a las Galerías Lafayette y no detenerte frente a los brillantes objetos de deseo de los vulgares consumidores, sino solamente tener ojos y cuartos para admirar la hermosísima cúpula polícroma del edificio, que causa al unísono delectación y polidipsia entre los peregrinos congregados haciendo cola frente a la fuente de agua fría y free, bien sûr!

¿Hay algo más romántico que discutir a voz en grito en una rue cualquiera de la Ciudad del Amor, largarse cada uno por su lado y reencontrarse casualmente en un semáforo bajo la Tour Eiffel para fundirse en un abrazo espontáneo de cariño que flashean y aplauden cientos de chinos desconocidos? 

Hay otro París poco conocido, el París cutre lux que ellos jamás olvidarían.


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