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martes, 10 de diciembre de 2013

EL LUNAR

"—¿Cuando me vas a dar este lunar de tu barriga?—le preguntó su novia bromeando como otras muchas veces que iban a la playa y, tumbada sobre su pecho, jugueteaba con su abundante vello y con la mancha redonda y negra que destacaba en la piel de su abdomen".

No recordaba qué le había respondido en aquella ocasión, porque a ese juego cariñoso de intercambios imposibles entre enamorados siempre le contestaba algo diferente: "¿y tú que me entregarías por él?", "cuando tengas una panza como la mía", o "no es un lunar, es una garrapata"... Cualquier tontería por el estilo le habría dicho entre risas a aquella ahora lejana mujer con la que compartió en su juventud besos, vacaciones, sábanas, tardes, largas conversaciones, pero nunca sueños, techo o promesas siquiera. 

Ahora, casi veinte años y media vida después, por casualidad había vuelto a pensar en ella. O tal vez porque al desabrochar los botones de su camisa frente al espejo del baño se había dado cuenta de que su lunar había desaparecido. Y supo que ella se lo había llevado. 



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