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jueves, 21 de noviembre de 2013

EL HIPO DE LAS GEMELAS

Una era un loro perpetuo y desde que comenzó a balbucear los primeros sonidos inteligibles, jamás había dejado de hablar, comentar, opinar y expresar con el lenguaje aquello que se le estaba pasando en ese mismo momento por la mente. La otra era mucho más cariñosa, reflexiva, ordenada tanto en sus peinados cabellos habitualmente recogidos, como en su detallismo y coquetería de adornar  en el preciso lugar elegido horquillas, broches, anillos o —seguro— pendientes en el futuro, cuando sus padres le dejasen horadar los lóbulos de las orejas. Eran completamente distintas en su ser interno —la inocencia ni siquiera les había comenzado a sugerir jugar a intercambiarse los papeles—, mas resultaban absolutamente idénticas en su apariencia física de gemelas homocigóticas, y si uno se encontraba con ellas de repente, debía dejarlas actuar unos minutos para darse cuenta de cual era cada cual. El hipo, sin embargo, no las distinguía jamás, ya desde bebés, y siempre se cebaba con ambas sincrónicamente.

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