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miércoles, 6 de noviembre de 2013

EL FRACASO EDUCATIVO

Tenían todo preparado para irse a estudiar la carrera universitaria a la capital de su región, ¡fuera de casa! Unos, claro, habían tenido una seria conversación con sus padres, prometiéndoles cual ministros mano en pecho,  por los muertos de su familia, una estudiosa aplicación académica al noventa y nueve por ciento del tiempo que les quedase libre después de las clases, el gimnasio y el club de inglés —esas sublimes aficiones sumarían más metálico que aportar a la hucha de las copas—; en tanto, otros habían surcado páginas y páginas de periódicos más algún contacto en la city para buscarse un curro hostelero, a poder ser, a tiempo parcial —con horas y sueldo completos—, que les financiase la estancia del último bienio universitario, les permitiera estar con los colegas aunque fuese detrás de la barra, y con algo de suerte les dejase algún momento de asueto para tomar en sus brazos los apuntes con el fin de tratar de recordarlos al día siguiente en el examen. 
Veinte años después, con los títulos guardados en la carpeta de los planos, casi todos estaban en paro con medio siglo de vida a cuestas, sacándose una formación profesional para salir adelante.

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