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jueves, 31 de octubre de 2013

SIMPÁTICOS ASESINOS

A comienzos del nuevo siglo yo acudí a aquella conferencia en Santiago de Compostela obligada por mi flamante puesto de redactora-jefe, al que de puertas adentro también se sumaba por idéntico salario ser relaciones públicas, supervisora de marketing en cócteles, comercial de publicidad, o única escritora y, por ende, subordinada de mí misma, en nuestra criatura editorial, hoy muerta y jamás recordada. Por ello, fui locuaz con colegas y con extraños de idéntica calaña a la mía durante el descanso para el café —que realmente era una excusa como otra cualquiera para echarnos al coleto el relajo de una buena docena de brandis de Jerez—; por ello, aún conservo en mi cartera las tarjetas de visita de aquel simpático matrimonio, ella cónsul y él también periodista, con los que me agarré una buena moña; pero, precisamente por ello, mi sangre se heló al reconocerlos ayer en las noticias, acusados de haber asesinado a su propia hija.


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