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jueves, 3 de octubre de 2013

Breaking Bad o el cocinero y su mujer

El cocinero y su mujer se sentaron en el sofá tras el café, dispuestos a ver el final de Breaking Bad, una de sus series favoritas y una de las pocas en las que el protagonista comienza dando lástima al personal y acaba lastimando a todo el que se le arrima. WW, ese desafortunado poeta alquímico, falso jugador de la caprichosa ruleta que es el destino, ya una vez tuvo la miel de la riqueza infinita en los labios, pero la dejó marchar. Y ahora, capítulo a capítulo, en aras de un cáncer invasivo y de una hipotética seguridad para los suyos, se va transformando sin remedio de víctima en odioso verdugo de su familia y de su honestidad, en un Mister Hyde que ha devorado hace tiempo al Doctor Jekyll. 
El cocinero y su mujer, como todos los mortales, gustaban de contemplar la depravación del hombre en pantalla led, en especial si, como el redivivo Dorian Grey, los crímenes cruentos o incruentos de WW se iban grabando como muescas grotescas e indelebles en la conciencia de Jesee Pikman, su alter ego y pupilo desastre que sí remata redimido cuanto más condenado acaba su maestro. 
Ambos personajes son vasos comunicantes de una dialéctica humana que comenzó casi en las cavernas, por eso el cocinero y su mujer, que no quisieron leer ningún artículo en internet sobre el desenlace definitivo de la serie, deseaban, recostados en el sofá, que Pikman matara a White de una magnífica vez. Porque este mantenía al otro encadenado a su sombra, al dejar morir a su heroína heroinómana, al intentar liquidar al hijo de Andrea y al asesinar vilmente a la otra figura paterna que le comió terreno, Michael. Porque hasta el mismo Sancho Panza le demuestra un día a don Quijote que no es el bruto bobo ignorante con el que se echó al camino. Y porque la metanfetamina azul que engancha a Pinkman y a todos los espectadores —incluidos el cocinero y su mujer— es el propio White, la gran sorpresa blanca, la imprevisibilidad hecha carne por obra y gracia de Vince Gilligan.  
Por ello, el cocinero y su mujer iniciaron el último visionado de su serie favorita sabedores de que era imposible acertar el final, y de que todas las historias que llevan como protagonistas a un cocinero, a su mujer y alguna que otra salsa picante tienen un gancho seguro. 

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