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lunes, 28 de octubre de 2013

ABSURDOS ADULTOS

Los críos volvían del recreo en un torbellino de energía solo transformable en curiosidad, miradas infinitas en derredor y protestas más pronunciadas con sus gestos de fastidio que con sus recientes discursos lingüísticos aprendidos en tres cursos de Primaria. Más o menos acomodados en sus puestos habituales, la clase se reanudaba tras el receso.
—Como ejercicio descriptivo, vamos a explicar a los demás qué hicimos ayer, ¿vale? Con vuestras propias palabras. Si no os acordáis, pues no pasa nada, podéis inventar qué os gustaría haber hecho. ¿De acuerdo? —propone sonriendo la profe de sustitución, una interina contratada por cuatro horas sin tiempo a preparar nada, y sin sospechar la que se le vendría encima.
—Yo ayer fui a una manifeztación —lanza muy seria una rubita de gafas, zezeando.
—¿Y sabes qué se reivindicaba en ella? —pregunta incrédula la profe.
—No zé qué ez reivindicar, pero mi madre y yo llevamoz una foto de mi papá, que lo mató una gente muy mala cuando yo tenía doz años. Había muchízimas personas, con fotoz, banderas de colores, y cartelez... Me acuerdo de uno que ponía: "No a la libertad de los azezinoz".
—Eso era por los de ETA —Saltó avispado un chico del fondo, como quien tiene la clave de la verdad, mientras la docente se sorprendía tanto como el resto de la clase—. Porque unos dicen que ya cumplieron su condena y han salido a la calle, y otros, que no, que es poco tiempo.
—Mi tío ya estuvo treinta años, yo solo lo conozco de los vídeos, pero le pedían doscientos... ¡Cómo va a estar doscientos años! ¡Nadie vive eso!—añadió por alusiones una niña pelirroja de pecas y vestido de colores. La maestra no tenía tiempo a intervenir o no sabía cómo meter baza en aquel berenjenal.
—¿Y qué hizo tu tío, Lorena?—preguntó la rubita.
—Creo que vender droga, que está muy mal, pero es mi tío, y se ha portado bien, y mi mamá llora tanto cuando viene de verlo, que yo quiero conocerlo fuera ... —contesta suspirando la pelirroja.
—Además, si en España solo se pueden estar treinta años en la cárcel, pues no pueden retener a uno más tiempo —refuerza con soltura el niño mejor documentado.
—Pero, ¿tú estás seguro de que eso es así? Si no, los jueces solo dictarían condenas de máximo de treinta —se oyó a sí misma preguntar la profesora.
—Pues, entonces, ya zé qué zignificaba aquella otra pancarta de ayer que decía: "Cadena Perpetua", ezo ez toda la vida, ¿verdad? —inquirió la rubita mirando a su compañero.
—Sí —confirmó el chaval. 

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