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martes, 3 de septiembre de 2013

JUEGOS DE NIÑOS

—¿Sabes a qué jugamos en mi cole?
—¿A qué?
—A los sueños rápidos.
—¿Y eso qué es?
—Ya lo verás. Salta un poco...
—¿Cómo?
—Que saltes, como si fuera a la cuerda, mejor, a tirones... hasta que te canses. Luego, ya te ayudo yo...
Obedientemente, la otra cría se alzaba ya del suelo con intermitencia hasta que, jadeante, se detuvo. Su resabiada amiga se colocó entonces detrás de ella presionándole ambas arterias carótidas en la garganta con dos dedos como tenacillas infantiles e implacables durante breves instantes. Los suficientes para que la saltarina cayera fulminantemente desmayada, con su vestido de fiesta lila recién estrenado, sobre la hierba blanda del parque solitario. Al rato, abrió los ojos y volvió en sí observando el agujero del primer diente caído en la sonrisa pícara de su compañera, que por allí  mostraba un trozo de lengua siempre que imaginaba maldades.
—¿Qué soñaste?
—... que yo ya no volvía a despertar, pero viajaba en mi sueño y te encontraba a ti, que también allí jugabas a soñar rápido con una fila enorme de niños. Te conocí aunque estabas muy vieja y arrugada, y no te quedaba ningún diente porque los habías empujado con la lengua uno a uno: por eso se los querías robar a ellos. Y además no quiero volver a jugar contigo: eres peor que una bruja.

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