Buscar este blog

jueves, 26 de septiembre de 2013

EL GESTO ACUSADOR

Antes de desangrarse por completo o asfixiarse con las paladas de tierra que caían intermitentes sobre él, alargó dolorosamente el brazo derecho y el dedo índice de la misma mano hasta formar un ángulo de noventa grados con su cuerpo arrojado en la fosa de cúbito supino.  Miró hacia arriba con los ojos ciegos y ya no pudo ver más aquella cara llena de odio que había invadido de madrugada, primero su duermevela, luego su corazón acuchillado y después sus vísceras derramadas.
Sesenta años más tarde, obreros de una nueva urbanización abrieron la zanja y encontraron sorprendidos el primer hueso del esqueleto completo de un hombre que resultó ser un supuesto exiliado durante la guerra civil. Aquellos restos desenterrados cuidadosamente por arqueólogos de la policía habían permanecido bajo tierra más de medio siglo aguardando justicia. Sus  huesos húmero, cúbito, radio, así como las falanges y el segundo metacarpio del índice acusador señalaban sin ningún género de dudas la casa del asesino, a la derecha de la antigua fosa, y todavía en pie en medio de las obras: era la de su vecino de al lado, quien anhelaba sus posesiones  y lo mató a puñaladas para ocuparlas. La última frase que oyó aquel anciano homicida fue su sentencia condenatoria, luego murió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario