Buscar este blog

miércoles, 3 de julio de 2013

Vampiros y zombis: sin redención

¿Dónde ha ido a parar nuestro pavor y respeto por el vampiro y el zombi? ¿Alguien reconoce ya a los protagonistas de la adolescente saga Crepúsculo o a las marionetas famélicas y autómatas de The Walking Dead como sucesores de aquellos espeluznantemente inmortales Drácula o Frankestein? Precisamente cuando se ha cumplido ya, el 20 de abril, el centenario de la muerte del padre literario del primero, Bram Stoker, y cuando han pasado más de dos siglos de la publicación por Mary Shelley, en 1818, del segundo, el mito del no muerto ha sido bajado de su pedestal con humillación y ha acabado siendo atropellado en la vía pública.
Si los temas de transfondo que aquellas célebres novelas trataban eran la rebelión del hombre al omnímodo poder de dios —recuérdese que el segundo título de la obra de Shelley era El Moderno Prometeo—; la maldad y bondad que residen en la naturaleza humana y pugnan sin fin por dominarla; o la imposible, y por supuesto romántica, atracción-repulsión entre vida y muerte, ¿qué añadirá una banal historia de amor entre dos adolescentes —vampiro él, tonta ella— que tortura al lector (lectora especialmente) con la esperanza de un polvo de muerte, durante libro y medio?
Cierto es que la serie de moda de zombis, los caminantes muertos, tiene más enjundia en su argumento, pero los monigotes de carne son puro decorado para la historia, excusa putrefacta para que el hombre siga siendo un lobo para sí mismo y sus semejantes. O no. La genialidad que nos ata a la historia estriba en que en ese mundo, la muerte ya no es un misterio, se muestra diáfana y hedionda para todos, descarnada. Si mueres, serás esto, podredumbre nada más. Se acaban la esperanza, la religión y dios, o sea, la redención. Sin ella, hacer el bien no tiene más premio que el cumplimiento de la propia moral. Ni siquiera el beso de tu chica.
El doctor Frankestein echó un pulso a dios creando vida de la muerte. Y vida con posibilidad de redención, de futuro, aunque la sociedad no se la brindó al monstruo. Este no quería matar a la niña de las margaritas, pero como ellas se fue río abajo.  Mala suerte y eterna condena social.

No hay comentarios:

Publicar un comentario