Buscar este blog

viernes, 12 de julio de 2013

SU TRABAJO ERA YO

Yo estaba bastante acojonado, la verdad, así que hablaba muy poco con vosotros cuando bajamos al quirófano. Y es que también teníais unas caras... que para qué... Cualquiera os decía nada. Para que os echarais a llorar y, entonces, aún era peor para todos... En fin, que la perspectiva de estar despierto mientras me practicaran la angioplastia y la colocación del stent, y de que justamente el propio remedio me podría provocar un infarto al obturar la arteria, me ponía de los nervios. Uf, no veais... Aunque estaba sedado como un caballo... ¿eh? Bueno, total, que me metieron para dentro, me pasaron para la mesa aquella del centro de la sala, y empezaron a venir los médicos. Yo creo que había unos tres o así, no sé. A mí solo me hablaron al principio, cuando me dijeron lo que me iban a hacer, más o menos, porque no te cuentan todo, claro. Vamos a ponerle el catéter, señor, no se preocupe, y vamos a pedirle que se coloque así y asá. Todo va a ir bien, ya verá. Y yo diciendo por dentro: Joputa, no sonreirías tanto si estuvieras aquí tumbado. Entonces, me cortaron en la pierna, arriba, junto a la ingle y empezaron a meter el tubo, venga para dentro. No dolía porque me habían dado algún analgésico. Uno miraba la pantalla de rayos x y guiaba al otro. Era como si un ciego condujera un camión y el lazarillo lo fuera guiando. Ahora, tuerce. Más, más... No va. Inténtalo otra vez. Vamos, vamos, suave, suave. Parecía como si no fuera conmigo, pero de aquella maniobra dependía yo. Manda carajo. La cosa debió de complicárseles porque estuvieron yo no sé cuánto tiempo de aquí para allá por las arterias, girando, subiendo, bajando, torciendo... pero no iba, aquello no iba. Prueba otra vez, joder, decía una. Infla el globo con ciudado, decía el otro. Sabe dios de qué globo hablaban, pero sus caras y sus ceños fruncidos no presagiaban nada bueno. Los enfermeros estaban allí atentos, esperando, salvo una que de vez en cuando me decía cómo ponerme y me preguntaba cómo me encontraba. Yo estaba tan preocupado también que sólo acertaba a asentir con un gesto. Fueron unos momentos interminables de tensión, pero no se me ocurrió ponerme a pensar en morirme, allí, con tanta gente encima de mí, tan poco íntimo todo. Yo sólo escuchaba...
Hasta que el dichoso globo debió de hincharse porque empezaron a relajarse todos. Así, así, muy bien, vamos, vamos. Pasa ahora el stent, sí, así. Y dos minutos después ya estaban vacilando entre ellos, que si el fin de semana fui a la playa, que si Menganito engordó un montón... Así que supe en ese momento que habían hecho bien su trabajo. Y su trabajo era yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario