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miércoles, 24 de julio de 2013

DIRECTO AL CEREBRO


—¿Te apetece un gin tonic? —sugirió guturalmente una voz femenina.
Juan dio un salto en el asiento del tren donde venía acurrucado desde Lugo, la cabeza apoyada en la ventanilla, fantaseando con la idea de espiar a su vecina del quinto mientras tendía la ropa mojada en camiseta y tanga. Juan estaba solo en el vagón y no había rastro de nadie más, menos de una revisora atractiva y solícita.
Joder —pensó— ¿Habrá sido mi mente tan calenturienta, que hasta se me han erizado de electricidad los pelos de la oreja? Aunque tampoco tendría sentido que la vecina de su ensueño dijese esa frase justo cuando estaba sacudiendo las gotas de su sujetador negro de encaje antes de encajarle las pinzas y dejarlo en vilo en el tendal... O sí... El caso es que de tanto pingar, la ropa le había empapado también el ajustado top blanco que llevaba a medio poner. Entonces, ella se percató de su presencia un piso más abajo, sonrió, le guiñó un ojo y subió aún más los brazos hacia la cuerda alzando también el borde de la ya brevísima camisola.
—¿Con dos grandes rodajas?—suspiró la voz de nuevo.
Esta vez, Juan se levantó, miró a un lado y a otro del vagón, y hasta se agachó disimuladamente bajo el asiento a ver si acertaba a descubrir cuál era la gracia del asunto que empezaba a exasperarlo. Lo había oído perfectamente, era la misma voz, la misma mujer de la primera vez, y no tenía conocimiento de atisbos esquizoides en su familia. Cierto que había estado sometido a mucha presión los últimos días en el trabajo, con las rebajas que no cumplían objetivos de venta, pero... eso no justificaba que oyera dentro de su cabeza voces tan claras como las gotas de agua que le corrieran por el pecho a su vecina...
—Pídete un buen sorbo de ginebra Brava con tu tónica preferida en la cafetería del tren. Ahora.
A su lado, apareció un carrito de bebidas seguido por un camarero que le preguntó si deseaba el gin tonic del que hablaba el nuevo sistema de publicidad de las ventanas de tren que hablan directas al cerebro.

3 comentarios:

  1. Jaja, pobre hombre....nos van a matar a fuerza de vendernos...muy bueno, saludos.

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  2. Jaja. Me tenías desconcertada. Buenísimo y a veces hasta real, pero lo que más me gustó fue como lo narraste. Felicidades!! Un saludo

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