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martes, 23 de julio de 2013

PASARSE DE ROSCA

—¡Rosquillas, melindres, todo artesano! ¡A cinco euros la rama de rosquilla! Venga, guapa, dale a tu novio una rosquita de estas, para que te chupe los dedos... ¡y algo más! ¡No seas sosa!
La anciana, a la entrada de la feria, junto al carrito abigarrado de las chuches industriales repleta de niños y padres que abrían y cerraban sus bolsos o carteras sin tregua, se afanaba por vender aunque fuera una sola de las ramitas de sauce que primorosamente había pelado y doblado por la mitad la tarde anterior con el fin de insertar los doce dulces redondos, de los de siempre, hechos en casa de toda la vida. No le gustaba meterlas en bolsas de plástico, como mandaban ahora las normas sanitarias, porque ni aunque las dejaras enfriar del todo después de salir del horno de la bilbaína, dentro del pvc se reblandecían y mermaban, entristeciéndose como estúpidos coños cerrados. Y el paladar lo notaba, vaya que sí.  Nada, nada... Aire, solo aire... Aunque seguramente ya no habría en muchos miles de kilómetros a la redonda quien paladease con tanta finura que distinguiera el sabor de, por ejemplo, una capa de azúcar glaseado a mano, con clara de huevo y limón, de aquellos otros mejunjes brillantes, pegajosos e insustanciales que los críos empezaron a deglutir en los años setenta como autómatas programables en donuts, bollicaos, frosties y demás ñampazampas de pego.
¿Donde se habría ido aquel dicho de que quien no traía rosquillas de la feria no había ido a ella?
—¿Vende usted rosquillas, abuela?
—Vendo, si alguien compra.
—¿Y está usted dada de alta como autónoma para poder vender en la feria?
—No. ¿Por qué?
—Porque son tres mil euros de multa por fraude y mil más por no cumplir las condiciones sanitarias. Yo soy inspector...
—Bueno, pues mire, si ve usted a alguien comiendo o llevando en la mano mis rosquillas, múlteme, esbirro de mierda. Y si no, deje en paz a esta anciana que viene a la feria de Santa Xusta a regalar dulces a los niños, o empiezo a gritar que me está usted metiendo el dedo en la rosquilla.
foto de Miguel Vila, en http://www.colineta.com/page/3/

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