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domingo, 30 de junio de 2013

TODO ES CANÍCULA

El verano llegó para quedarse de un día a otro, sin avisar y sin tregua. Las temperaturas asaltaban a los habitantes de aquel horno en el que se había convertido el mundo cada vez que salían al exterior durante cinco minutos sin una cubierta protectora, y los fundía mezclando su carne con el asfalto ardiente. El hedor era insoportable y la infección de la masa cadavérica descomponiéndose se convertía en el mayor de los peligros para los que restaban vivos. Los tejados de los edicios también se habían sobrecalentado, de forma que áticos y últimos pisos de las casas fueron abandonados por sus dueños. Entretanto, sótanos y aparcamientos subterráneos, así como túneles de metro habían sido progresivamente ocupados por los estratos más humildes de la sociedad, que no podían costearse los refugios antinucleares construidos en los años de bonanza climática. El sol, desde que salía por el oeste hasta que se ponía, no era fuente de luz y calor, como habían empezado todas las redacciones encargadas a los escolares durante millones de generaciones, sino de ceguera y combustión. El dióxido de carbono lo estaba invadiendo todo. Así que, la vida tal y como era entendida en este planeta se iba a agotar en breve, con su agua, pues definitivamente Venus se estaba quedando seca. 

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