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miércoles, 26 de junio de 2013

LEÑA DEL ÁRBOL CAÍDO


Le quedaban exactamente seiscientos cuarenta y tres días de prestación por desempleo, según se encargaba de informarle la tesorería de la SS en una carta que también le advertía de que, en lugar de cobrar el setenta por ciento de su base de cotización, a partir de ese mismo mes, el Estado de Ñapaes le ingresaría el cincuenta por ciento y no el sesenta como antes era preceptivo. Calculando a vuela pluma el valor monetario de ese diez por ciento sustraído políticamente, le salían así como unos trescientos aurelios menos per cápita parada con los que el gobierno hacía leña de los árboles caídos (más bien, cortados) desde hacía ya un año que lo estableciera, como solía, por Real Decreto. Así que en el tiempo que le quedaba de paro, un solo desempleado aportaría adicionalmente a las arcas ñapaenses, en el peor momento de su economía doméstica, unos cinco mil cuatrocientos aurelios. Eso significaba unos cuantos meses de hipoteca; eso se traducía en muchos desayunos, comidas y cenas para una familia modesta; eso sumaba bastantes recibos de la luz o del agua o del gas o del teléfono; por no hablar de seguros de coche o alquileres de vicienda... Y había más de cinco millones de parados..., aunque no a todos se le había practicado esta sangría. ¿Pongamos a un cuarto de desempleados? Entonces, la leña cortada a los árboles que yacían en el suelo laboral alcanzaba la cifra de ¡seis mil setecientos cincuenta millones! La misma cantidad aportada por la dotación inicial de los Presupuestos Generales del Estado para la creación del FROB o Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria. La sangre del pobre no se agota nunca...

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