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jueves, 27 de septiembre de 2012

25S

25 sacudidas hacia delante,
rompiéndose en fuerza aletargada tantos años,
amodorrada en el sofá y ahora libre.
Sin aplastar vida, pero firmes en el camino soñado,
sabido por intuido,
 en la certeza mental de lo que es el bien,
eso que las abuelas siempre aplauden
y los verdugos no se atreven a condenar.

A caballo del poder, la furia insana se jalea,
mas se enerva cuando se le enfrenta serenidad,
precisión, determinación de caminar despacio y puro,
 con un libro abierto en la cara y en las manos.
Y ese libro _pena es_ no tiene páginas ni líneas,
no tiene fórmulas ni consejos,
ni santos ni rimas que eliminen injusticias.
De esas  que se esnifan en las esquinas de barrio,
en los contenedores removidos de noche
por las madres de familia cajeras por el día,
en los comedores sin comida de los colegios públicos,
en los geriátricos sin viejos, rescatados por su paga,
en la calidez metálica de un cajero penetrado a medianoche
para follar, para soñar,
 para sacar chispas del dinero frío con una manta de prensa resesa.
Si yo fuera presidente o gran empresario pudiente
temería al indigente que jamás perderá nada;
si yo fuera omnipresente, omnisciente y omnipotente
sería un  indecente dios mirando de arriba a la plebe
y viendo en todos esperpentos a mi sombra.
Entonces me pondría a su diestra.
Mas yo que soy sólo gente,
con una mano delante y otra detrás,
orgullosa de la desnuda piel que no debo,
quiero calle, como Alberti,
quiero hablar, quiero dirigir el coche de mi ansia,
quiero asfalto o senda abierta que grite:
¡A las armas,
a las armas de la vida!
Crear, criar, croar como ranas verdes
en las orillas de las todas las charcas humildes.
Y que el canto no quede aparcado en falso,
ni se lo lleve la grúa espesa del abatimiento.

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