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miércoles, 21 de noviembre de 2012

La llamaban Jenny

Nunca pensé en vivir tiempos como éste; es decir, como los que estudiábamos bajo el título "Primera Revolución Industrial: la lanzadera volante", y los veíamos o leíamos en películas o novelas tipo Oliver Twist, Los Miserables. Ya sabéis: adolescentes explotados, familias hacinadas en viviendas insalubres o en portales, o en la propia calle..., el poder concentrado en cuatro ricachones gotosos... ¿Está tan lejano el siglo XVIII en Europa? 
Supongo que somos una generación _numerosísima, por cierto, ya que nos dicen el Baby Boom_ nacida en primavera, cuando todo parece de colores vivos, de derechos afianzados, de igualdades conseguidas... No queríamos mirar fuera de nuestro tiesto de flower power; es más, no existía otro mundo que nuestro tiesto individual. Y ahora nos han quitado hasta la tierra y la maceta. Nos hemos quedado con las raíces al aire... pero no temblando.
Bueno, algunos todavía no se han dado cuenta. Todavía piensan que, mientras el día 30 caiga el maná llamado nómina, la vida sigue igual... para ellos. Y lo de las huelgas, manifestaciones o protestas con porrazos no les incumbe para nada más que para llegar involuntariamente tarde a su sagrada cita laboral cada mañana. Consideran para sus adentros que si mantienen su puesto de trabajo es gracias a su eficiencia; así pues, los que han sido despedidos... algo mal habrán hecho... todo tiene una lógica. 
Lo único que tienen es la lección de esta sociedad cuyo dios mezquino es el dinero bien grabada a fuego: a cada cual, según su capacidad. Mas lo cierto es que tal lema es ignominiosamente falso, lo sabemos. Nadie recibe según su capacidad, y es justo que así sea, ya que, si no, alguno acabaría debiendo en vez de ganando jornal. No, compañero asalariado, la Economía te considera un número prescindible e intercambiable _suerte, si tu marido o tu mujer no lo cree también_; da igual que seas un peón no cualificado o un alfil superespecializado en ataques comerciales a dos bandas. Ni siquiera sabe que existes, la Economía no te conoce y le importa un carajo si debes el piso o tienes cáncer de pulmón. Te está echando mientras tú sigues vendiendo tarjetas de móviles renunciando a la comisión por el bien de la empresa o de tu mansedumbre eterna. Ya estás fuera, ex compañero. Y sin comisión. Ahora, patalea y págate tú mismo la curación del cáncer porque la Sanidad pública no es sostenible. ¡El siguiente!
No aprendemos nada, la lanzadera volante eliminó a las tejedoras a mano. Y la llamaban Jenny. 
No aprendemos nada.

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