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sábado, 14 de julio de 2012

Nietas del Pueblo


Salió de casa con el vestido puesto, por vez primera. Se lo había acabado su abuela semanas antes de morir, eso sí, satisfecha de una vida sacrificada por los suyos y sus convicciones. Una abuela cigarrera afiliada a la CNT en la Fábrica de Tabacos, mas también una abuela laboriosa que pretendía inculcarle su mismo afán por la urdimbre de los hilos y la vida. “Nunca deshagas nada que no seas capaz de hacer” _le decía impulsándola a aprenderlo todo, incluso aquella endiablada labor que se le caía de las manos.
“Yaya, esas batallitas que te traes de los convenios, las cuarenta horas y el proletariado son un rollo peor que el de este maldito ganchillo que me tiene frita”. Vaya, entonces sí que se enfadaba y le espetaba, seca:  “¡Creéis que los derechos llovieron del cielo un día de tormenta… hostia!”.  Pero, normalmente era feliz y canturreaba por lo bajo aquellas canciones de la guerra: “Anda, jaleo, jaleo… suena la ametralladora y ya empieza el tiroteo”.
Ahora, ya en la calle y en marcha, con aquel vestido azul mar que le ajustaba como un guante, recordaba la maestría de su antecesora y sentía sobre sus hombros el orgullo de ser del gremio. Paso a paso se adentró en la lujosa finca de aquellos ricachones locales _ dueños también de la empresa de punto textil donde trabajaba_ en la que celebraban una fiesta benéfica en honor de los más desfavorecidos de la ciudad. Afortunadamente, ella no era uno de esos pobres desgraciados  sin empleo. Ella iba de invitada junto con alguno de sus compañeros fabriles , que ya la esperaban junto al chiringuito de bebidas, muy alborotados, a juzgar por sus aspavientos.
-Puf, pensábamos que veníamos de juerga, pero nos va a tocar trabajar… y gratis. 
-El jefe dijo que le habían fallado los camareros de la empresa de catering y, claro, nos lo ha endosado a nosotros, que estamos en nuestro día libre. Joder…
-Pero, nos pagará, ¿no?
-Loli y Jose, en cuanto se olieron la jugada,  hicieron mutis por el foro. Fueron listos, a ellos ni los llegó a ver.
-Pagar… ¿estás tonta? Calla, que ahí viene su mujer…
-Oh, chicos, qué suerte que hayáis venido…  Y qué agradecida os estoy por hacerme este favor, de verdad. Sólo serán unas pocas horas, y después ya sabéis que mi esposo os lo tendrá muy en cuenta, por supuesto. 
Nuestra protagonista, acariciando  la falda de su recién estrenada prenda con las palmas extendidas y algo sudorosas, únicamente acertó a decirle a aquella señora empingorotada:
-Pero, mire, no hemos venido equipados para trabajar, nos mancharemos y…
-Querida, el trabajo no mancha, ¿no crees? Además, podrías remangar un poco ese vuelo, que, por cierto, está algo pasado de moda, tan largo. Yo le rebajaría los fondos, mira _indicó agachándose levemente y cogiéndole el  borde de la falda_  Por aquí, por la bastilla, cede el hilo, si  tiramos… así _y empezó a deshacer_  Podemos subirlo un poco, quedaría más airoso dejando a la vista tus bonitas rodillas y te permitirá moverte más rápido entre las mesas y la barra. Si luego no te gusta, no te preocupes, te lo arregla mi costurera, que tiene manos de ángel. Gira, mujer, gira, que me paras la deconstrucción …
-Pero…
Comenzó mecánicamente a virar sobre sí misma, como una zombi sin voluntad ni deseos, prefiriendo no mirar a sus amigos en derredor ni a nadie. No quería ver en aquellos ojos ajenos, primero sorprendidos,  después consentidores y posteriormente alentadores de los deseos de la jefa, su propia humillación. “Bueno, sí, la verdad es que te quedaría mejor así, más corto”. “Le daría otro estilo…”
Con cada giro de peonza forzada se iba deshilachando aquella bastilla tomada un día con enorme sacrificio. Ella sentía como si se abriera la tierra bajo sus pies, como si su mundo, el mundo ganado a pulso por su abuela obrera, se destruyera lenta y dolorosamente entre las manos oprobiosas de un poder que siempre acaba por ser déspota.  Con las vueltas destejidas se desgajaban también del cuerpo los derechos conquistados uno a uno: al suelo caían sin forma libertad, igualdad, fraternidad, descanso laboral, pensión de jubilación, pagas extras...  Supo que todo aquello era una farsa: la fiesta vitoreaba a los ricos de siempre con la excusa de ayudar a los pobres; sus jefes nunca habían intentado contratar camareros, simplemente los habían invitado a ellos para que hiciesen gratis ese trabajo presionándolos con una urgencia inventada. Era una idiota, una peonza lanzada al aire por manos ajenas y estaba prestándose a bailar el baile de otros, a mutilar su propio pasado y condición. Entonces se paró en seco y la miró a los ojos.
-No me toques la bastilla, zorra_ le gritó firme mientras le clavaba en el cuello el pie izquierdo calzado con tacón de aguja de doce centímetros, y la empujaba hasta tirarla al suelo_ Una vez, en 1789, tuvimos que enseñaros respeto  a golpe de guillotina, y mientras vuestras cabezas empolvadas rodaban y llenaban las cestas, mujeres del pueblo, como mi abuela, aplaudían en primera fila el espectáculo mientras tejían vestidos  para sus nietas del pueblo, como yo.  Habéis despertado otra vez a la sanguinaria justiciera que late en cualquier mujer humilde y humillada. Y lo vais a pagar.
-Considérate despedida, enseguida voy a hablar con mi marido_ Se irguió como pudo la dueña de la finca haciendo amago de marcharse, hasta que fue rodeada por el resto de los trabajadores y obligada a seguir escuchando.
-Quítame el puesto de trabajo y métetelo por el culo, pero el oficio lo llevo dentro, y no hay dios que me lo arranque. 
-¿Vosotros también estáis con ella?
-Nosotros somos su gremio, y de él sí que no puedes prescindir. Paga o remángate.

14 de julio de 2012, 
en memoria de las Tricoteuses de 1789
  y otra Madame más afilada

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