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domingo, 10 de junio de 2012

Oé, oé, oé

Les voy a hablar en castellano, para que me entiendan todos los que se dicen, se crecen, se corren gritando borrachos que son españoles en lo alto de una fuente urbana un día de victoria futbolística y que seguramente serían capaces de matarme cuando lean esto; pero que se acojonan hundidos en sus sofás cuando de defender sus derechos elementales se trata.
Ayer, un ministro del gobierno elegido por la mayoría de los que creyeron las mentiras programáticas _es un eufemismo_ del PP anunció que Europa va a levantar la paletilla de los bancos ladrones de nuestro sistema financiero con 100 mil millones de euros, sin mencionar cómo los españoles van a devolver después ese ingente favor. Y lo hizo, claro, en ciernes del comienzo de la Eurocopa, para que esos zombies que son capaces de matar _como la petarda de la Esteban_ por su sentimiento rojo de fútbol de mierda tuvieran excusa para no pensar en nada más que en los goles ante Italia. Españoles de pacotilla, ciudadanos de patacón que merecen tantas subidas de la luz y tanto iva como serrín tienen en sus cabezas huecas. Se piensan que ponerse una camiseta rojigualda comprada en los chinos o en El Corte Inglés los convierte en paladines de su patria pergeñados de radiante armadura, cuando lo único que hacen es embriagarse de tintorro el domingo para olvidar lo miserable de sus vidas y salarios el lunes.
Si alguien tiene derecho a llamarse español, o griego, o portugués, o lo que quiera que se sienta, es solamente  aquel que defiende su dignidad y sobre todo la de los que tratan de ganar la vida con él; aquel que protesta cuando tratan de ningunearlo los poderosos, aquel que intenta discernir la coherencia o el sentido común en medio de tantas mentiras macroeconómicas; aquel que no consiente que lo gobiernen individuos que su pueblo nunca eligió _llámese UE, FMI o Eurogrupo_; aquel, en definitiva, que lucha por seguir siendo lo que es y no por los puntos de unos deportistas insultantemente mejor pagados que él. 
El fútbol no tiene la culpa, me dirán muchos aficionados; y yo estoy con ellos. El fútbol, no; la culpa es de los que sólo sueltan adrenalina en el campo porque están ya capados por los medios y las televisiones subvencionadas para que hagan exactamente eso: soltar la peligrosa bilis en la pileta del estadio, como quiere papá gobierno, y que ésta discurra tuberías abajo, sin provocar ninguna rabia revolucionaria, ninguna pregunta indiscreta de qué hemos hecho para merecer esta negligencia gubernamental. Por eso el vergonzante presidente Rajoy se fue también al partido, a hacer masa con la plebe, junto con los también impresentables y ñoños príncipes herederos; para que pareciese que no pasaba nada, que nadie sospechase que los millones europeos a devolver van a salir de los recortes de sueldo de los funcionarios, ni de la subida del iva hasta el 23%, ni del aumento de tarifas más básicas como la luz, ni de la aplicación inmediata de la jubilación a los 67 años, ni de nuestra vida hipotecada o la de nuestros hijos y nietos.
Un consejo, españoles de domingueo: recordad que el lunes siempre llega. ¿Podréis seguir mirándoos en el espejo?

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