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martes, 27 de diciembre de 2011

Desahuciados: cualquiera puede serlo





Aunque no he visto en mi vida ningún capítulo, o episodio, o como carajo quieran llamar a esos pedazos de mierda televisiva que fueron las interminables ediciones de Gran Hermano _porque no me interesó nunca, y punto_; sí aplaudo programas como los que en otras ocasiones nos brinda Mercedes Milá. Hablo de su “Diario de…” y, en concreto, el emitido _o repetido, no sé_ este mes de diciembre sobre el desahucio de varias personas en Torrejón de Ardoz, Madrid. Y he de reconocer que lo pasé mal, que lloré con amargura viendo la impotencia de aquellas personas que eran arrojadas a la calle sin miramientos y con el único apoyo de vecinos o de indignados organizados bajo la plataforma Stop Desahucios. Pero juro que seguiré mirando y buscando con mi mando a distancia esos programas e informaciones _que los hay_ que muestren la realidad cruda, la de una gente maltratada _porque esa es la palabra_ por los bancos usureros y las leyes injustas, mientras esta puta sociedad se va de cena de empresa o de borrachera navideña.
Y cuando veía a aquellas dos familias, casualmente de inmigrantes, que firmaron en su día sendas hipotecas muy, pero que muy por encima de sus probables oportunidades, no podía más que pensar en el analfabetismo financiero que nos hacen padecer los delictivos de los bancos. Y en la posterior condena que ha de suponer el perder la casa y seguir debiendo la deuda durante toda nuestra vida activa, seguramente. Todavía más, me imagino, hace un lustro, al listillo director de oficina bancaria de turno, del otro lado de la mesa del despacho, convenciendo al padre o madre de familia de que con su humilde sueldo le llegará para pagar la hiperhipoteca, que no hay problema, que pida también para un coche, o para unas vacaciones… tan bajos están los intereses… Y olvidando a posta la mínima regla que hace diez años te aplicaban para saber si podías hacer frente a los pagos, es decir, si te gastas más de un 20% de tu salario en la vivienda, nones; le extendía al ilusionado padre o madre de familia el documento de su condena. ¿Cuándo los bancos dejaron de ser cautos? Supongo que como en EEUU, cuando comenzaron a repartir tanto el riesgo que ya nadie sabía quién corría con él. Pero el ciudadano no debe olvidar que cuando todos los trajeados se lavan las manos como Pilatos, el currito pringa siempre, sin remedio.
Lo que de verdad me gustaría es que ahora que los bancos van a bajar los precios de los pisos arrancados a sus dueños deshauciados, les dijésemos todos, aún a fuerza de quedarnos por siempre en casa de papá y mamá: ahora metéoslos por el culo.

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