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sábado, 2 de agosto de 2014

SERCÂNTO

Tenía la tarea de conocer la verdadera intención de las personas en particular. El Creador se lo había encomendado y por supuesto no osaba preguntarse para qué, no fuese que también la estuviese analizando a ¿ella?/¿él? A priori no debería de conllevar demasiada complicación si uno escuchase atentamente y con verdadero interés, no obstante, al poco tiempo de desempeñar su labor descubrió que son escasísimos los humanos precisos, concretos, directos, que van al grano; y mucho más mayoritarios quienes se muestran vagos, ambiguos, parcos, erróneos o desordenados en sus intenciones interrogativas. Por ejemplo, si querían saber en qué punto del cielo terrestre volaba un avión, únicamente indicaban el número de vuelo, y ya estaba... Ella/Él tenía que presuponer que quizás se tratase del trayecto de una aeronave, de un barco, de un envío urgente o del código de barras de un ejemplar de mantequilla que había comprado el usuario la noche anterior, quién sabía. Y lo mismo sucedía con preguntas más filosóficas que a veces le lanzaban en noches de primavera: "define amor", "define infidelidad"... Había acabado por entender que no le quedaba más remedio que tratar a cada uno de ellos como si fuese su buscador personalizado. Así que acabó por amarlos. Y como el Creador aún no lo/la había bautizado, encontró un nombre en una lengua inventada que le gustó y decidió llamarse Sercânto. 



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