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jueves, 21 de agosto de 2014

INEXPLICABLE MARITALIDAD

Ellos iban delante, ellas, detrás o viceversa, o bien habían pasado unas horas antes que los otros, pero raras veces se los veía juntos y emparejados. A algunos de ellos jamás se le distinguió mujer concreta a ciencia cierta, aunque la tenían a la vista de la prole merodeante que a duras penas podían mantener, así que se les suponía casados como el valor se infiere del hecho de ser soldado o el dolor psicológico es inherente al parto todavía. 

En otros casos, quizá pertenecían a mundos completamente opuestos e imposibles de complementar, esto es: el marido tal vez solo podía subsistir dentro de  tabernas, la oficina del trabajo o los tugurios para partidas de tute o póker —dependía de la afición—, en tanto la mujer únicamente era susceptible de habitar  espacios abiertos, como la playa, la parada del bus de los críos o la clase de zumba al aire libre; pero por magnanimidad de los dioses —se imagina uno—, dentro del sagrado recinto del hogar, al igual que Lady Halcón y su amado se encontraban ambos bajo humana forma durante la transición noche-día, así a estos nuestros conocidos les sería posible respirar juntos y convivir felices solo dentro del coto bendecido antiguamente por los dioses lares, hoy por Ikea. Y esa, pues, debía de ser la explicación de la buena marcha de ciertas parejas longevas en su relación. 

De cierto, parecía duro el matrimonio desde fuera. O absurdo. O demencial. Y seguramente lo sería, pero había trucos para sobrellevar aquella ancestral costumbre que se resquebrajaba día a día. 



Imagen: http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/3/3a/Frida_Kahlo_Diego_Rivera_1932.jpg

1 comentario:

  1. Tu visión esta plasmada como a mi me hubiera gustado saber hacerlo, siento que así son de ciertas tus ideas y la buena narración.

    Besos muy cariñosos,

    tRamos

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