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jueves, 19 de junio de 2014

LA TORTA

En un desestructurado guiñol hallado en algún punto oscuro del desván de la casona, lidiaban dos personajes: el eterno payaso listo y su contrincante, el  aparentemente tonto. El arlequín, vestido con bombachos de brillantes colores y tocado con sombrero de borla en la punta de la cabeza quería venderle algo muy preciado al pobre bufón desastrado de zapatones deslengüeteados y chaqueta a cuadros. 

—Pero, es aire... —repetía sin cesar este último, perplejo.

—Lo que tú llamas aire, querido amigo, es en realidad viento. Viento que nos trae aromas de pastelillos recién horneados, de niños sentados alrededor de la arena del circo comiendo palomitas, de viejas canciones casi olvidadas en tu cabeza de chorlito... Y el viento, tontorrón, tiene mucho valor para los pájaros y los aviones que vuelan, para las cosechas sembradas en el campo, para que los barcos regresen con bien a los puertos. Por ello, tengo que cobrarte un euro por cada soplo como este —decía el payaso elegante inflando los carrillos y expeliendo bruscamente en la cara de su interlocutor su aliento, tras lo cual tendía su mano palma arriba exigiendo su precio—. Además, si no me pagas, no volveré a jugar contigo, je, je. 

—Mira, Arlequín, dame una torta como siempre solías hacer, pero no quieras engañarme con palabras y que, encima, me ría.



Imagen modificada: http://www.lossar.es/images/fotos/payasos_500x375/payasos_500x375_22.jpg

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