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jueves, 15 de mayo de 2014

DIENTE CANINO

Cuando los ancianos sin recursos se extinguieron completamente y ya no quedaba ninguno pudriéndose en las cunetas, los millonarios mayores de 140 años, que eran un 4% de la población y se aburrían lo indecible, volvieron su benefactora mirada hacia los perros abandonados, pues tras siglo y medio de excesos y caprichos capitalistas, no había familiar ni cuidador ni amante que los aguantase, salvo los chuchos. Así, en la Ciudad de Cristal, junto a la Aguja del Tiempo y el mar más bravo del Noroeste, unos cuantos adinerados amigos reconvirtieron un antiguo centro gerontológico de la periferia en la moderna Residencia Benéfica Diente Canino, abierta a razas con o sin pedigree, así como a palleiros y otros canis vulgaris de diverso pelaje. 

En realidad, los ricachos querían hacerse con los terrenos municipales que el viejo asilo ocupaba para levantar allí un aparthotel de ultralujo y seguir forrándose cual era su naturaleza, pero necesitaban dar al asunto una pátina de bonomía que distrajese sus conciencias y las ajenas. Le propusieron, pues, al Ayuntamiento el canje del espacio, prometiéndole construir altruistamente un centro cuatro veces mayor, plagado de tecnología punta, que sacaría a los perritos de la miseria y la intemperie, en un monte en plena urbanización, por supuesto, con un suelo mucho más barato. Los medios y redes se hicieron eco por doquier de la casi santidad de los donantes "desinteresados" y estos, ya metidos en beatífica faena, quisieron poner la guinda al pío pastel y contratar a 30 personas entre cuidadores caninos, director y veterinarios. La joven ciudadanía desempleada tragó saliva y se preparó a competir por un puesto fijo para toda la vida, de aquellos de los que solo quedaban leyendas y sueños imposibles. Eso sí, era necesario disponer del recién aprobado certificado de profesionalidad en Atención Zoosanitaria a Canes en instituciones. Bufff... Menos mal que eso se cursaba gratis en el Servivio Público de Empleo, antes Inem. 

Más de mil personas presentaron la documentación pertinente —virtual primero y en papel después—, estudiaron, pidieron apuntes y pasaron las pruebas tipo test hasta que alrededor de cincuenta vieron cerca la posibilidad de aparcar en Diente Canino sus hasta entonces inciertas expectativas laborales. Mas cuando solo quedaba por hacer la entrevista, se les ajó la careta de santería a los patrones: recordaron que debían favores al Banco de Favores, que también los pijos tienen cuñados y primos en paro o explotados en sabe dios dónde, que pobres y ricos no son iguales y que tú de quién vienes siendo. Fuera del tablón oficial, de los plazos expuestos en las bases de la convocatoria y bajo el sigilo de llamadas telefónicas privadas, sus esbirros fueron telefoneando a los candidatos mejor situados pidiéndoles documentación complementaria bajo amenaza de que no serían entrevistados. Muchos no pudieron conseguirla. Alguno hasta quiso falsificarla viendo que se esfumaba su quimera democrática en las fauces del nepotismo habitual. 

Finalmente y como casi siempre, de treinta seleccionados por "concurso público", veinticinco eran hijos o sobrinos de amigos de los patrones. Los otros cinco vencedores resistieron en la lista porque se negaron a admitir que hubieran recibido llamada alguna pidiéndoles más documentación, y como no figuraba ninguna petición oficial o enmienda en el tablón virtual ni en la documentación del proceso, los miembros del tribunal tuvieron que admitirlos a regañadientes.

Una vez inaugurado, la sociedad hizo elogios y alabanzas de la bondad e inteligencia empresarial de los promotores de tan loable centro como Diente Canino. 


Imagen: http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/1/14/Teeth_by_David_Shankbone.jpg


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