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lunes, 17 de marzo de 2014

FELIZ DOPAMINA

Los días que se levantaba naturalmente dopado, comenzaba ya a reírse antes de alcanzar la vertical, en la mismísima cama. Cualquier comentario de sus padres, hermanos, amigos o desconocidos —hasta de la televisión— era desternillante y acababa doliéndole de veras la mandíbula inferior junto con el estómago, de tanto carcajearse. Si además, ello sucedía en una jornada libre de obligaciones, como un fin de semana o las vacaciones escolares, miel sobre hojuelas, pues la sensación de felicidad era absolutamente completa. Y además, había comprobado que su ánimo vital, indesgastable como la energía, se contagiaba al grupo. Cuando creció, descubrió que desgraciadamente no todo el mundo experimenta esas sensaciones de forma natural y que muchísima gente compra carísima cocaína u otras sustancias tóxicas para notar la inigualable sensación de cómo la dopamina se queda presente en sus conexiones sinápticas partiéndose el eje durante un buen rato. Pero lo que más le extrañó fue que la gente se drogase para superar una jornada de trabajo o sencillamente mantenerse lúcido, aunque comprendió que esa fase ya indicaba dependencia. A veces fingía consumirla también. Conocía a muchas familias destrozadas por la búsqueda de esa felicidad en polvo, por eso, ya de adulto jamás le habló a nadie de su don natural, que, por otra parte, al no ser programable y aparecer cuando le venía en gana, no lo tentaba a perpetuarlo. 



Imagen: http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/1/13/Triangle-place-cells.png

1 comentario:

  1. La falsa felicidad que da la dependencia a la adiccion dañina
    Esta bien plasmada,al igual de como se le resta importancia a los seres que nos quieren por la misma.
    ¡Buenisimo!

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