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viernes, 14 de marzo de 2014

BARBAS DE MEJILLÓN

Si la maniquí tuviera ojos, habría llorado torrentes de lágrimas sintéticas; si tuviera brazos con manos y dedos, se los habría arrancado de cuajo para no ver sus lampiñas partes pudendas cubiertas de aquel asilvestrado matojo de barbas de mejillón que rebosaba por fuera de la breve tanga de diseño. La maniquí color blanco hueso, ejemplar autóctono de la elite naturalmente criada en escaparates de la Gran Manzana, sabía que aquello no encajaba en ninguna tendencia de moda, por demencial que acostumbrasen estas a ser. Si hubiese podido ruborizarse, se habría convertido en cometa rojo que sale orbitando cuando comenzó a percibir del otro lado del cristal las burlas y carcajadas, o los índices levantados de quien quisiera que pasase señalándole el recién estrenado coño. 

Pero, justo cuando creía morir de vergüenza estética, la maniquí humanizada, prima hermana de aquella otra que ilustraba a George en "La máquina del tiempo" sobre los caprichos del atuendo femenino, se fijó en el cartel de enfrente. Allí lucía la imagen desnuda de una mujer real, de las que ella con sus formas simples era únicamente una metáfora. Le miró la entrepierna, más que sugerida, solícita y absolutamente calva, y pensó: "Parece un maniquí". Entonces también se percató de que, por vez primera, los transeúntes la miraban a ella, no a su ropa. 



Imagen de http://www.playgroundmag.net/musica/noticias-musica/actualidad-musical/american-apparel-no-quiere-que-te-depiles-el-chichi



3 comentarios:

  1. Muy, muy bueno. Me encanto ese renacimiento y autopercepción. Saludos, Xabelia.

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  2. la verdad es que invita a reflexionar. aunque a mi debo reconocer que me gusta mas limpito y arregladito la verdad. Pero la reflexion es muy buena

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