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jueves, 6 de febrero de 2014

PIDE Y TE SERÁ DADO

"Llueve otra vez", mascullaba Antonio mientras conducía sobre mojado aquel viejo Seat Ibiza de sus entretelas, a punto ya de cumplir edad para emanciparse. Pero no se iba a ir de casa, "¿verdad, chaval?, añadió metiendo a fondo la cuarta marcha y dándole unas palmaditas al volante mientras adelantaba con esfuerzo un camión de la basura. Aún les quedaban muchos años juntos, a él y aquel eterno compañero de fatigas comerciales. Se lo había comprado del paquete justo antes de su boda con Merchi, su segunda esposa, y dos meses exactos después de empezar a representar a Muebles Paco, su primera gran aventura como agente. El Ibiza había sido el silencioso soporte de sus lágrimas cuando las cosas iban de puta pena, y también, su discreto confidente en algún escarceo sexual de los famosos saturday nights de fin de mes, cuando la empresa reunía a los mejores vendedores de la firma en una cena en la capital que siempre-siempre acababa en orgía desmadrada. "¡Qué coño!" Toda la culpa era de aquellas Erasmus, cada año más locas y más jóvenes, que terminaban por sacar y desplegar encima de la mesa todo su catálogo de encantos femeninos y drogas europeas del Este. "¡Qué tiempos, amigo! ¡Qué juergas nos hemos pegado!" Claro que, ahora, con unos añitos encima y unas arrobas pegadas sin remedio a la barriga, además de con unas hijas con la edad de las Erasmus, se imponía ya cuidarse un poquito, que no cambiar de vida ni de espíritu aventurero. "¿Eh, colega? Dormir bien por las noches, controlar el aceite y el colesterol cada 3.000 kilómetros, salir los fines de semana a cenar con la mujer y mantenerse, solo mantenerse..."

Antonio paró bruscamente frente a un enorme anuncio en la valla publicitaria de la solitaria carretera secundaria. Aquel fiero Ford Mondeo Titanio parecía rugir incluso a través del cartel empapado por la lluvia: cinco puertas, azul báltico, ciento cuarenta caballos, tapicería y salpicadero de cuero ébano. Y el texto sólo decía: Plan "Pide y te será dado". 

Antonio paró a informarse en el primer concesionario que encontró en su ruta,  en tanto el Fiat aguardaba fuera, lamiéndose las miles de rayaduras bajo la lluvia. 





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