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lunes, 16 de diciembre de 2013

TAMBIÉN EN NAVIDAD

Quedaban tres horas de papanancia en aquel centro comercial desangelado. Menos mal que con todo el relleno de ropa que llevaba bajo la casaca roja con dacha blanca en los bordes, no tenía que soportar, sentado en su trineo de renos de poriespan dorado, las neumónicas corrientes de aire generadas en la entrada cada vez que se abrían las puertas de cristal automáticas. A las cajeras del súper de al lado, sin embargo, la fina chaquetita de licra amarilla sobre la blusa de papel  de fumar no conseguía salvarlas del sabañón nasal perpetuo que las distinguía, cuando se iban para casa, de las dependientas del outlet de arriba, más jóvenes, rechonchas y caloríficas. Él también lucía un porrón rojizo, medio escondido entre el bigote y las enormes barbas blancas, que se coloreaba de manera directamente proporcional al grado del tintorro que libaba cada 60 minutos, escondido en el baño. Cuando se le enfriaban las manos enguantadas y los pies enfundados, se levantaba y daba unos pasitos en torno a los enormes paquetes vacíos de celofán brillante que lo circundaban, tocaba la campana como si se le fuera la vida en ello y gritaba unos "ho-ho-ho" roncamente cavernosos. Los escasos niños que acertaban a pasar, aferrados como chinches a las manos de sus padres, preferían no mirarlo demasiado y hasta berreaban de pavor si él trataba de acercarse a entregarles caramelos. Mejor, así solo debía arrojarles con saña las chuches desde lejos, como si fuera un rey mago paseando en carroza, y no se veía obligado a cogerlos en sus rodillas —muchos de ellos cagados hasta las orejas—, aguantar sus tirones de peluca, sus vomitonas o sus patadas cuando no entendía el nombre del puto juguete que aquellos enanos pestilentes le pedían. Su memoria se había quedado en el Escalextric, la Nancy y el Quimicefa, así que cuando los tenía bien sentados encima, entre aparentes caricia y caricia, los pellizcaba bien fuerte en las cachas para que se largaran con sus madres llorando a lágrima viva, para que no volvieran el próximo año a darle la vara, y para que fueran aprendiendo lo jodida que es la vida, también en Navidad.

Imagen tomada de http://blogs.20minutos.es/videojuegos/tag/santa-claus/































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