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martes, 10 de septiembre de 2013

ESPERANZA AZUL

La pobre vieja amoratada yacía, más que reposaba, en la poltrona blanda del comedor bajo la multipantalla 5D. Era un puesto que nadie quería, ya que la mayoría de los inquilinos de aquella exclusiva residencia de diseño preferían no perderse siquiera un sorbo de la programación diaria, dejando que las imágenes sinestésicas traspasasen sus caletres sin cesar, como antaño hiciera la propia imaginación. El 5D se había convertido en una de las drogas más populares, de hecho, su haz era conocido como la María Azul en homenaje a una hierba fumada en el pasado que confería a sus consumidores un ultraviaje multisensitivo donde las paradojas antagónicas de la existencia convergían en  una armonía natural. Así, la María Azul, prescrita por los más insignes psiquiotrones, mezclaba imágenes, grafías, colores, ritmos, respiraciones, tactos, músicas, metáforas, números, fragancias, espacios... directos al hipotálamo, donde todo lo importante se orquestaba. En el continuo discurrir de la programación, los efectos siempre diferentes para cada grupo neuronal, para cada persona, o para cada momento de esa existencia individual, daban a los ancianos alivio a su ataraxia. Salvo a la vieja amoratada, la única huésped de aquel hábitat que ¿vivía? al margen de la atracción psicológica del haz azul. Ella continuaba apenas conectada a la realidad más tradicional, la de sus ojos y oídos, aguardando la llegada de su hijo, que la había ingresado allí temporalmente,  pero que vendría en cualquier momento a rescatarla, pues ya estaba recuperada de la lesión de cadera provocada por su tonta caída. Esto es lo que llevaba veinte años repitiéndoles la ajada princesita a las enfermeras robot que se acercaban a comprobar sus constantes vitales, aferradas a la esperanza verde de su imaginación. Pues gracias a ella, o por su culpa, no se había percatado que a menos de diez metros de ella reposaba su retoño, vencido como un vegetal en un accidente infortunado, y siempre enfocado con el haz de maría azul que lo hacía soñar sueños programados.

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