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miércoles, 28 de agosto de 2013

RAÍZ EN TIERRA QUEMADA

—Mira, ahora llega otra parejita. Esta noche vamos a tener que colgar el cartel de "completo" como en los hoteles, no nos van a llegar los claros libres para todos. 
—El final del verano está siendo muy tórrido...
—Tú sigue soplando y no dejes de liberar dióxido hasta el amanecer, que mañana hay que cambiar la cadena de montaje y producir oxígeno a mansalva "full time", a ver si reparamos algún día la capa de ozono que estos inconscientes están destrozando. Anda que...
—Si serán descerebrados, los jodíos; no se darán cuenta de que nos vamos todos al garete con la mierda que están soltando, de que nosotros no damos abasto a purificar, de que nos están esquilmando con talas indiscriminadas... Por no hablar de los...
—Calla, bien gilipollas que somos sacándoles las castañas del...
—¡Eh!, ¿Qué hacen esos, les gusta exhibirse o qué?
—Irán a tomar el aire fresco, fuera del coche, que tanto aliento viviado ahí dentro, je, je...
—Están fumando, joder, estos, de aire puro, nada, ¿eh? Chissss, ¡cuidado con esa cerilla, cuidado!
—¡Qué cabrones, lo han hecho a posta! ¡Son pirómanos y han conseguido prender, hostia!
—Da la voz de alarma, que los compañeros de la periferia se estiren todo lo posible dirección noroeste para alcanzar las inmediaciones del pueblo. 
—¿No nos pasaremos un poco?
—Si estos mentecatos no huelen la chamusquina en su bragueta, no mueven un dedo por el monte, ni por nosotros. Y dile a los arbustos y zarzas que aprieten el culo pa' dentro, no quiero ver ni un tojo ni una silva salidos de madre; ya tenemos bastante con alojar toda la biomasa sobrante que los humanos olvidan cortar año tras año.
Los coche aparcados por doquier van abandonando el bosque junto a los conejos asustados ante la inminencia de las llamas que vienen ya bailando frenéticas la danza de la muerte. También los pájaros, las luciérnagas y todos los animales que se arrastran o corren. El humo denso y negro sube hacia el cielo confundiéndose con su oscuridad de azogue, trepando con botas sucias y claveteadas por los troncos lastimeros de los árboles, colgándose de sus ramas viejas para alcanzar las jóvenes, arrancando con saña los erizos verdes del castaño, contagiando dolor  e infierno allí por donde pasa, que es por todas partes. 
Y solamente los guardianes verticales del bosque permanecen raíz en tierra hasta el final, aguantando a morir en pie o derrumbados en su trinchera, sin más homenaje a toda una vida de oxígeno que convertir su madera quemada en fraudulentos muebles de categoría b.
A enorme carballa de Rairiz de Veiga, un dos exemprares senlleiros de Galicia.


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