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viernes, 2 de agosto de 2013

MANERAS DE VIVIR

—¿Tú cómo prefieres morir? —preguntó de pronto uno de los tres chicos, de botellón en el parque.
—Yo quiero morir durmiendo—dijo otro.
—Bah, eso es un muermo, chaval. Mejor, como alguno de esos que salen en el programa "Mil maneras de morir". Eso sí es un flipe... —replicó el primero.
—Mi tía palmó de un mordisco que le dio en la jeta un vecino de su misma escalera—añadió el tercero como quien oye llover.
—¿Qué dices, pavo? Tú flipas...
—Sí, hostia, se le infectó el jerolo del chante, se le puso verde como un repollo de Betanzos tan grande que no podía con su propia cabeza, tío. Y se tuvo que meter en cama para siempre. Hasta un día que me pidió que la ayudara a ir al baño y yo no tenía tanta fuerza para sujetar aquel pedazo de cebollo enorme. Y, de repente, cayó  al suelo y le reventó como un botijo... como un botijo, pavo —repitió ensimismado.
—¿Y el vecino?
—No sé, creo que lo absolvieron, neno, dijo el juez de los cojones que la intención del mordisco no fue proporcional al resultado provocado y no sé qué mierda... La pusieron una multa y se fue para su casa.
–¿Y tu madre no se vengó?
—Mi madre metió su foto en el congelador debajo de los helados de frambuesa del abuelo y el bacalao desalado. Y el hijo puta murió poteando una pasta roja sin parar durante dos días hasta que se vació por dentro. Que se joda...
—Joder pa' tu familia, tío. Yo no vuelvo a tu casa, que eres capaz de empurrarme a tu madre—espetó el primer chico, asustado. 
–Mi vieja palmó de cáncer tres meses después del vecino. Se ve que la mujer del cabrón era más bruja que ella.

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