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viernes, 7 de junio de 2013

PIEDRA METIN FILOSOFAL

Llevaba tres días sin despegar la tablet de la mano, sin salir de casa, comiendo directamente de la caja el arsenal de cereales del que había hecho acopio el viernes, sin ni siquiera añadir leche fría, pues se había acabado en algún momento del ¿domingo? ¿Pero, qué día era? Bah, eso daba igual; si era martes o lunes, que le buscaran un sustituto en el curro. El caso es que por fin, al frente de su gremio vencedor en mil combates, él, Osaka, súbdito del jefe Ee-Ryoong del reino de Jinno, había alcanzado el último nivel conocido en la Torre Demonio. A partir de ese momento, ni la wiki ni el foro le podían echar un cabo, nadie nunca había llegado a tal profundidad en la búsqueda de la más grande Piedra Metin jamás vista, cuya destrucción acabaría con la división enquistada del imperio Taeh-was, con las hordas de no-muertos, con la hambruna de la población... y con el juego, claro. 
Avanzó cauteloso y solitario hacia la caverna que a duras penas se atisbaba al fondo. La entrada, a cada paso, iba creciendo ante su vista, y lo que de lejos se asemejaba a una simple hendidura vertical en la roca, de más cerca iba perfilándose como una forma genuina, original, como la primera forma que cualquier nacido ve justo después de haber sacado la cabeza fuera de ella.  Aquella vulva húmeda, que exhalaba un aliento carnal de lilas, coronada por un clítoris rubicundo en el dintel, no le pareció hostil en absoluto, más bien todo lo contrario cuando le ordenó:
-Cómeme. 
Asió la tablet con ambas manos, miró inútilmente hacia un lado y hacia otro de su sofá, dentro de su casa con puertas y ventanas cerradas a cal y canto, y comenzó con timidez a lamer la pantalla. La avidez le sobrevino segundos después, al constatar que aquello sabía efectivamente ¡a lo que tenía que saber!, y que no sólo aquella ojiva virtual estaba cachonda y cada vez más dura. Acompañó la degustación con golpeteos digitales —nunca mejor dicho— de sus pulgares en los bordes granates de los labios internos y se vio a sí mismo allí dentro, encajado a la perfección dentro de la vaina rosada que lo acunaba. Entonces oyó cómo chirríaba la cueva, cómo venía en tromba una riada desbocada. Se aferró al clítoris —que ahora veía del tamaño de un aplique de pared— colgándose de él para que la fuerza de la cascada no lo arrastrase bajo sus pies. Tras la inundación, de inmediato se vio caer en el suelo aún mojado con un rubí del tamaño de su cabeza entre las manos. Y dijo la voz:
-Game over, Osaka.

1 comentario:

  1. Hola, me ha gustado mucho tu relato, es hiperoriginal y lo he re-publicado en mi blog con el enlace hacia tu blog. Por cierto el boton de "ir a publicacion" del correo ue me envia Google, no funciona, es posible que tengas algo mal configurado. El enlace directo hacia tu blog si funciona, asi que se trata de la configuracion de tu Circulos de Google. Un saludo

    PD: si quieres ver tu entrada en mi blog este es el enlace:

    http://tirosalacarta2.blogspot.com.es

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