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lunes, 6 de mayo de 2013

ARTIFICIO

-Por favor, a mí hazme la pedicura francesa: el fondo azul turquesa, el borde en blanco, ah, y con detalle de una margarita de corazón amarillo. Así, natural.
-Naturalísimo, vamos.
-¿Qué pasa, tía? Me ligué este finde a un ejecutivo chino que se pirra por mis huesos y a ver si logro que me invite a un Love Boat, ya sabes, un crucero para millonarios solteros. Como estos orientales sienten debilidad por los pies pequeñitos y delicados... pues, vamos allá con toda la artillería.
-Creo que llegan al paroxismo si los ven apretados en vendas hasta el colapso circulatorio. ¿Por qué no pruebas?
-Bah... Y tú, ¿qué vas a hacerte? No sueles venir mucho por aquí.
-Una pedicura simple, tengo una uña que tiende a la izquierda y no puedo dejar que se me clave en la carne, es muy doloroso.
-Oye, pues, no se te nota nada. Ojalá yo tuviera unos pies tan bonitos y regulares... Sin juanetes, ni callos... qué cruz.
-Prueba a bajarte de los tacones alguna vez... ¿Duermes con ellos puestos también?
-Es que no soporto los zapatos rastros. Y los botines tipo pisamierda, como los que a ti te encantan, esos me hacen vomitar.
-Ya, pero como son tan bastos y horribles, según tú, cuando me los quito, hacen destacar mucho más la belleza de mis pies. ¿A que sí? No has sido la primera en notarlo, ¿sabes? Quizá a tu hombre le guste tu artificiosidad, pero tú ya estás harta.
-Es posible.

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