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lunes, 29 de abril de 2013

UNA PUTA CORRIDA NEGRA

No es noche para ir de pesca, joder, ya lo sé. Hace un frío de mil pares de cojones y la parienta está que se chorrea viva después de vaciar ella sola media botella de Rioja cosechero, de esos de oferta del súper, con la cena. Pero me gusta joderla un poco, así, haciéndome el escurridizo. Sí, churri, no me esperes despierta, mujer, que bajo a echar unos lances. Tú hazte una paja a mi salud, je, je. O a la del vecino, hostia. Y seguro que no se acerca nadie al dique hoy, eh? Fijo que voy a estar aquí yo solay con la truja de medio lado, el gorro calado hasta las orejas, aguantando el chaparrón y la marejada. Ni los calamares se van a dejar ver esta noche de mierda por aquí. Ellos, menos que nadie van a tragarse este señuelo pisciforme de colores ácidos, verde marujita, amarillo limón o la picha en verso, que no para quieto entre las aguas negras de la bahía. Ahora arriba, ahora abajo, ahora suelta y ahora recoge, como si estuviera vivo, el cabrón. Como si pudiera sentir este nordeste bravo que me va arrancar la napia de un zarpazo salado. Ojalá viniera en este mismo momento un kraken de los de las pelis, los telediarios y los reportajes del National Geographic y me engullera todo entero, para encajar en su vaina mojada y notar cómo hacíamos el vacío en su chichi que es su cuerpo, o en su cuerpo que es un chichi. Chof. Sí, ya soy aquella dorada que cayó como un brillante tesoro al fregadero mientras limpiaba un hambriento calamar cuando era yo pequeño. Joder, estaba completito el pez, todavía no lo jabían atacado los poderosos jugos gástricos del cefalópodo, que decía Félix Rodríguez de la Fuente. Al meter el dedo bajo los tentáculos para entrar desgarrando sus vísceras y limpiarlo, las paredes internas del calamar te abrazaban húmedas como una mujer dispuesta, se oía el chasquido que produce el vacío al consumarse y el agua corriente del grifo lo lavaba todo. Tenía doce años; fue mi primera experiencia sexual con el mar, lo juro.
Pero si el kraken me tragara en este instante, no respetaría mi consistencia como hizo con la dorada en mi lejana infancia, no; a mí me desharía las moléculas, me desestructuraría los ejes, me desensamblaría los andamios de mi ser, hasta convertirme en pura y sola tinta negra que escupiría con placer contra el rompeolas. Y al final, de mí quedaría una puta corrida negra.
-Me voy pa casa, que no pican ni pa dios.

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