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jueves, 11 de septiembre de 2014

DESAZÓN

Niña rubia,

madre en toda su extensión

—aún más allá, si cabe—,

de abrazos como puertos seguros,

de besos como volcanes blancos,

de raíces incrustadas en la piel

y en los huesos.


¿Por qué te odias?


Niña pálida,

transida de enormidad profunda,

de matriz que es tu metonimia,

de causas ajenas enarboladas y defendidas,

de miedos insospechados de tu sombra.


¿Por qué te odias?


Niña vívida,

energía hecha mujer que gira en órbita,

imán de sentimientos donde llegas,

de dolor tus mejillas están llenas,

de impotencia tu voluntad fenece,

de mortal incertidumbre enloqueces.


¿Por qué te odias?


 ¿Por qué a ti, 

que eres lección de amor puro,

papel y pluma, maestro, alumno,

enciclopedia del querer sumo?

¿Qué no te consientes, 

madre de la tolerancia?

¿Qué no te perdonas, 

dama misericorde?


¿Dudar? ¿Cambiar? ¿Temblar?

¿Depender? ¿Desconfiar?

También eres humana, niña.


Mírate y ámate solo un bocado 

de lo que tú amas al prójimo.

En esto conocerán todos 

que somos tus meros discípulos. 



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