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miércoles, 4 de junio de 2014

GOCE INSANO

Estaba atrapada en una relación claustrofóbica que le tiraba mijagas de amor a la celda de su dependencia, pero ella se defendía, ante el espejo de su amiga confidente, con argumentos manidos de igualdad sexual femenina que cada vez más le resonaban a hueco. El tirano le había advertido en los inicios que únicamente podía darle caricias de cuarto oscuro, subidones de libido en traje de faena a medio bajar y respuestas con cuentagotas a sus mensajes incendiados. No podía pedir más, se tenía que conformar con la miseria erótica que de vez en cuando conseguía iluminar sus meses fríos como cárceles grises. En esas ocasiones se animaba, programaba la cita, se iba a la peluquería, se hacía la cera brasileira o incluso la integral, y vivía orientada hacia esos diez escasos minutos de desafuero corporal que justificaban cualquier cadena de acero alrededor del cuello de su útero. Sabía que era cruel, que era indigno, que era masoquista volcarse entera a una restricción tan brutal de su deseo impuesta por un único hombre, pero no podía reconocer esa dependencia y seguir mirándose a la cara. Por ello le echaba la culpa al amor, que también le impedía buscar otro compañero.


Imagen modificada del original: http://us.cdn4.123rf.com/168nwm/winterling/winterling0708/winterling070800339/1478222-cadena-de-hierro-con-candado-en-torno-a-una-mujer-del-cuello-fondo-blanco.jpg

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