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miércoles, 26 de febrero de 2014

PENSAR LA VERDAD, NO ASUMIRLA

María, junto a todos los niños de su generación—muy numerosa porque los padres nacidos en el pobre rural habían inmigrado a las ciudades para enraizar y quedarse—, fueron educados para repetir, de memoria o más o menos adornadas, las verdades universales de las ciencias y las artes, que por los años setenta y ochenta apenas caducaban. Velocidad igual a espacio partido por tiempo. La gravedad, formulada por Newton cuando le cayó en la cabeza una manzana, origina la aceleración que experimenta un cuerpo físico en las cercanías de un objeto astronómico. Y etcétera etcétera. Por definición, el contenido de una verdad se formulaba y era aceptada por la inmensa mayoría de la comunidad científica universal. Y el estudiante la chapaba y, como mucho, la aplicaba en praxis ordenada. Mas cuando la tecnología permitió derribar verdades y levantar otras que apenas llegaban para volver a caer a continuación, María y los críos de su generación tuvieron que descubrir, por sí solos y ya algo viejos, que la verdad es calva y no existe, y que el juego de aprender consiste precisamente en buscar cada uno la suya propia.   




imagen: http://es.wikipedia.org/wiki/Teorema_de_equipartición

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