Dieron las cuatro y media como desde hacía siglos. La televisión se encendió programada con la cara sonriente de aquella cacatúa parlante cuyo semblante alicatado apenas remitía a la condición humana que un día tuvo. Entre gritos, risas histéricas y aplausos de sus colaboradores —un verdadero gabinete del doctor Caligari—, la presentadora del Magazin consiguió transmitir a sus televidentes la pauta de soma aconsejada para hoy lunes tomándose ella misma en pantalla tres pastillas de colores: la rosa para la piel, la azul para la profundidad del alma y la verde para mejorar la frescura anímica general. Tras la ingesta, su faz se hundió hacia dentro, cóncava, absorbida por quién sabe qué desconocidas reacciones químicas "totalmente inocuas" —aseguraba la publicidad— y volvió inmediatamente a inflarse, rellenado la efigie de la actriz y directora de cine portuguesa María de Medeiros, que levitaba en directo. Continuó hablando al público desde el aire:
—Quienes deseen continuar con el programa anterior, que se tomen solo la rosa, por favor.
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